Espumita
dice: “Chile no se derechizó; la izquierda se volvió loca”. Concuerdo con él. Yo
agrego: Parte de la derecha también se volvió loca. También se volvió loca
parte de la derecha que entiende la política como una guerra de trincheras en
la que su triunfo es la destrucción de un enemigo que no es posible destruir, ya
que los electores siguen ahí y la cultura nacional sigue intacta.
Empeñarse en
fomentar una “batalla cultural” de batalladores culturales ignorantes, fanáticos
y cornetas, es juguetear irresponsablemente con una inestabilidad que, más
temprano que tarde, siempre termina en el indeseado triunfo de gente aún más loca.
En cuestión de
días -y yo tiendo a pensar que así será- se vislumbra como posible una segunda vuelta entre la Vieja Cara de Plato
y Espumita. La extrema izquierda y la extrema derecha luchan por un poder donde
el contrincante no tiene cabida alguna. 
El votante de Espumita, ya sea el de última hora que vota por choreza, tincada o frivolidad; el que lo hace por ignorancia; el que lo hace por fanatismo; el que lo hace por xenofobia; o porque consideran a Matthei de izquierda o porque JAK va a la iglesia los domingos, cualquiera de ellos, ¿no cree que así como el 78% de los chilenos apoyó la redacción de una nueva constitución comunista; luego la rechazó; luego votó por uno de los impulsores de la constitución comunista que rechazaron, y luego vota por el principal opositor a Boric, no puede elegir ahora a Jara como presidenta? ¿Y si hay un vuelco de última hora en la segunda vuelta?
¿Ese análisis es posible en el rostizado cerebro de un fanático? Probablemente
no, aunque podríamos estar a pocos días de transformar lo que se vislumbraba como el mayor triunfo de la historia de la derecha chilena, en una colosal derrota auto infringida ¿Por qué no si estamos en Chile? 
¿Qué sería
mejor para Chile, un gobierno de Jara con minoría en el congreso, como el de Boric,
o un gobierno de Espumita con minoría en su propio sector y, por lo tanto,
gobernando con el programa de CHV – PR? En ambos casos las promesas serían
incumplidas, tal como sucedió en el gobierno merluciano, la ira del populacho bárbaro
regresaría y el monumental lio en el que estamos aumentaría peligrosamente. 
Es
lamentable que el escuálido nivel cultural del chileno -especialmente el de una
parte de la derecha- nos lleve desde un extremo a otro permanentemente. Si esto
llega a suceder, el proyecto político del Gobierno Militar y Jaime Guzmán será
enterrado definitivamente. 
Los prodigiosos
acuerdos mayoritarios que nos entregaron las décadas más prosperas de la
historia de Chile serán solo un recuerdo, dando paso a la inestabilidad ya
descrita, encabezada por gobiernos de torpes fanáticos y menesterosos
ignorantes que, en el peor de los casos podrán liquidar el país, y en el mejor de
los casos solo podrán ser desactivados desde un congreso opositor, causando la desilusión
de una populacho bárbaro ignorante y muchas veces peligroso y criminal, siempre
y cuando no terminemos en una revolucion de verdad, una guerra civil que dejará
chico al 18/O. 
Mientras los
loquitos se excitan y esperan con ansias lo que no va a suceder, como 500.000
deportados; la instauración de la pena de muerte; los trabajos forzados; el
retiro de cuanto organismo internacional se les ocurra (y sí, somos colonia,
obvio que los somos); el despido de cientos de miles de funcionarios, y demás cuentos
infantiles que se le ocurra al comité creativo de su candidato, el mundo real
sigue adelante en los países y lugares del mundo medianamente civilizados. 
