Sigue la
cueca de las vacunas. Espumita, el maestro chasquilla austriaco experto por
estos días en sanidad pública, continúa empecinado en mantener vivo el debate
sobre los brebajes vacunatorios.
Como el muy
desubicado no para el webeo, el bueno de JAK debió salir a controlar los daños,
pidiendo al energúmeno que manifieste públicamente una cuota de la prudencia
que no tiene, advirtiéndole al tontorrón -muy educadamente como es el bueno de
JAK- que “cuando uno se va a referir a estos temas se requiere prudencia. Valoro
que la gente quiera presentarse de candidatos presidenciales, pero hay ciertos
temas que no pueden ser objeto de lo que es una campaña política”, lo que podría
traducirse al chileno como “deja de hablas weás conchetumadre, porque estamos en
campaña, la gente se va a dar cuenta que estas cagado del mate, y luego los
periodistas nos sacan estas estupideces en los debates”.
Habría que
agregar que el bueno de JAK está pagando su pecado original de mezclarse con la
chusma. Sí, mami. ¡Chusma, chusma, pffft! A lo que habría que agregar que no les
crea a las fotos de borrachos de Twitter, menos aun ahora con AI incluida.
Estas declaraciones
sobre vacunas, junto a cárceles en medio del desierto, 500.000 deportados a
punta de pistola, minados de fronteras, multitudinarias rebajas de impuestos
que nadie se cree porque es una mentira descarada, porte de armas para
favorecer a supuestos pistoleros decentes y patriotas que terminarían en
balaceras de curaos de fin de semana y maridos gorreados, amenazas de cerrar el ministerio de la mujer en medio de una campaña en que no tienen el voto de las mujeres, negativas de atención
médica a un pobre infeliz que se está muriendo en la puerta del hospital solo
por estar ilegal en este lupanar, y demás imbecilidades, son el deleite del
Merluzo, sus compañeros de ruta y batalladores culturales del otro lado, incluidos
algunos de los más sanguinarios y desquiciados asesinos y criminales de la comarca.
Saltar de escándalo
en escándalo sin repetir ni equivocarse, como si de un concursante de Sábados
Gigantes se tratara, intentando sepultar un escándalo con el siguiente, creando
así un circo mediático sin sentido alguno en medio de esa sucesión
ininterrumpida de escándalos, debe ser el deleite de los batalladores culturales
de la vereda del frente y los compañeros de la prensa seria que le colocan el micrófono
en el hocico para ver que cae.
Y lo peor de
todo, es que este saco de weas cree que lo está haciendo bien porque su barra
brava le festeja cada barbaridad que dice al voleo.