Aun no caía
la cuarta gota y comenzaron a cortar el suministro eléctrico en distintos
sectores de Barbarilandia. Lugo llegó el mini diluvio, y ahora nos cortarán el
agua ¡Ja! O es mucho o no es nada. Complejidades del tercer mundo y paisuchos
en que el dinero de los contribuyentes, en lugar de ser ocupado en pagar gastos
comunes del lupanar y mantener la infraestructura, se dilapida financiando a vagos
de todo pelaje, tramposos, amigotes de la mafia, y en robos descontrolados.
Más de
70.000 millones de dólares anuales maneja un Estado Ladrón regentado por la
mafia, apodada eufemísticamente “élite” por ellos mismos. Detrás de esta mafia
se cobijan movimientos; coordinadoras; ONG; agrupaciones; colectivos; partidos;
“ex” de todo tipo; vividores y sinvergüenzas organizados; chillones; llorones
profesionales; saltimbanquis; bramadores de desgracias y “emprendedores sociales
y culturales” que demandan subsidios destinados a que sobrevivan actividades
que a nadie le interesan y a mantenerles el tren de vida capitalista del que
disfrutan.
Otra
desgracia es la invasión de cables que contaminan el ambiente, destruyen árboles
y degradando barrios. Colosales rollos de cables en uso y desuso, invaden las
ciudades. Algunos casos son grotescos. Para “cuidar” cables, podadores
municipales atentan contra los derechos arbóreos ¿Existirán? Pues como existen los
derechos humanos de terroristas que desgracian la vida ajena, debieran existir
los derechos de los árboles. No vamos a comparar pues…
Hoyos –perdón-
quise decir “eventos”, aparecen a diario en calles y avenidas de todo Chile. El
MOP acusa a las municipalidades, estas al MOP. Nadie tapa los “eventos” que
liquidan canillas y tobillos; provocan legendarios hocicazos; destruyen
direcciones de automóviles y se transforman en trampas mortales durante la
noche.
Tampoco
alcanza el botín de 70.000 millones de dólares para surtir de agua a sectores
rurales, pueblos y ciudades pequeñas. Con un poco de suerte, camiones aljibes
medio solucionan necesidades mínimas de miles de personas. Petorca y La Ligua
son solo un ejemplo.
El dinero de
nuestros impuestos no es devuelto a los contribuyentes en servicios y
mantenciones mínimas y necesarias por las que estamos pagando, sino que se
dilapida manteniendo a agrupaciones de sinvergüenzas, por lo tanto es fácil deducir
que el Estado nos roba descaradamente, y lo hace en nuestro nombre, la paz
social, la justicia y el amor al próximo que sufre. Váyanse a la chucha.