¿Sobre qué quieren
que escriba hoy? ¿De Piñera? ¿Otra vez?... ¡Pfff…! Ya, bueno, escucharé la voz
del pueblo. Recordemos desde el principio:
SEBASTIÁN: ¡Oh!,
¡que inteligente soy, que brillante soy, que poderoso soy!, aunque nadie parece
darse cuenta de algo tan evidente ¿Qué hago para remediar esta injusticia?
ESPEJITO:
¡Oh, Sebastián!, no es posible cumplir todos los deseos, y si lo intentas,
otros terminarán siendo víctima de tus caprichos.
SEBASTIÁN: Espejito,
espejito que me ves, ¿Quién es el más querido de todo el reino?, dime,
espejito, ¿Quién es?
ESPEJITO: ¡Oh, Sebastián, la más querida por el pueblo es Michelle! Algún
día tendrá su propia estatua frente a La Moneda.
-El vanidoso
e inconformista Sebastián se sorprendió al escuchar esta verdad.
SEBASTIÁN: ¡Pero
si ella no es tan inteligente como yo, ni tan rica como yo, ni estudió en
Harvard como yo!
-Sebastián
no era capaz de aceptar que alguien tuviera algo que para él parecía imposible
conseguir. Se enfermó de envidia, y cada vez que veía a Michelle o leía una
encuesta, una oleada de odio le subía desde su corazón a la cara ¡No puede ser!,
pensaba Sebastián.
-La envidia y el odio fueron apoderándose de su frio corazón
como la mala hierba, hasta tal punto que no tenía ni un minuto de descanso. Ni
de día, porque Michelle lograba encandilar a las masas con un simple delantal
blanco; ni de noche, porque la imagen luminosa de la niña huérfana no se podía
apartar de su mente. Cuando ya no pudo disimular sus sentimientos, preguntó al
espejito:
SEBASTIÁN: Espejito,
espejito que me ves, ¿Qué debo hacer para ganar una elección, si no cuento con
los votos suficientes para lograrlo?, dime, espejito, ¿Qué debo hacer?
ESPEJITO:
Sebastián, solo tienes una oportunidad de ganar, para ello deber sobrepasar a
la izquierda por su izquierda, así lograrás empujar a la izquierda hacia el PC,
amedrentarás al electorado, y tú obtendrás los votos de centro. Pero te
advierto, Sebastián, el precio de tu éxito lo pagará Chile.
SEBASTIÁN: Espejito,
espejito que me ves, no te pregunté quién pagará las consecuencias de mi éxito,
solo te pregunté como obtenerlo.
-Así, Sebastián,
siguiendo los consejos del espejito, logró el triunfo que tanto anhelaba y, de
paso, lanzó a la izquierda en los brazos del PC, dando vida a la Nueva Mayoría.
SEBASTIÁN: Espejito,
espejito que me ves, dime ahora que he ganado, ¿Quién es el más querido de todo
el reino?, dime, espejito, ¿Quién es?
ESPEJITO: ¡Oh,
Sebastián, la más querida por el pueblo sigue siendo Michelle! Algún día tendrá
su propia estatua frente a La Moneda. Es más, ahora no eres querido ni por la izquierda
ni por la derecha, solo te consideran un mal necesario, el mal menor.
-Sebastián seguía
sin ser capaz de aceptar la realidad, no era querido por nadie, solo su corte
de aduladores le indicaba lo contrario. Y cada vez que veía a la niña huérfana,
enloquecía de envidia, y cada vez que le recordaban que era un presidente de derecha,
enloquecía de resentimiento contra quienes lo apoyaron y llevaron al poder. Cuando
ya no pudo disimular sus sentimientos, mandó llamar a un cazador y le dijo:
–Toma a la derecha
y llévala contigo al bosque. No quiero volver a verla. Cuando llegues a lo más
profundo del bosque, la matarás y me traerás como prueba sus pulmones y su
corazón.
-El cazador
cumplió la orden de Sebastián. Tomó a la derecha de la mano y le dijo
amablemente:
–¿Vamos a
pasear al bosque, querida derecha?
-Sebastián, entonces,
cerró la cárcel de los presos políticos militares; subió el impuesto a la renta
en un 60%, colocándolo en la cima de la OCDE; trató a sus compañeros de cómplices
pasivos, entre muchas otras políticas públicas que ni siquiera la niña huérfana
fue capaz de llevar a cabo.
SEBASTIÁN: Espejito,
espejito que me ves, ahora sí, dime, ¿quién es el más querido de todo el
reino?, dime, espejito, ¿quién es? Soy yo, ¿verdad?
ESPEJITO: ¡Oh,
Sebastián, lo siento, la más querida por el pueblo sigue siendo Michelle! Algún
día tendrá su propia estatua frente a La Moneda.
-Sebastián
no era capaz de aceptar la realidad que el espejito le mostraba. La envidia y
el odio siguieron apoderándose de su frio corazón. Y al darse cuenta de que su
periodo presidencial no sería suficiente para lograr su obsesión, ser querido
por el pueblo, le preguntó al espejito:
SEBASTIÁN: Espejito,
espejito que me ves, dime, ¿Qué debo hacer para ser presidente una vez más?,
dime, espejito, ¿Qué hago?
ESPEJITO: No
puedes reelegiste inmediatamente, solo podrás hacerlo en cuatro años más, y
para eso, debes impedir que otro candidato de derecha gane la siguiente elección,
en parte porque tres periodos consecutivos de gobiernos de derecha serían prácticamente
imposibles, y en parte porque para que tú puedas triunfar nuevamente, la niña huérfana
debe llegar al poder y hacer un mal gobierno. En ese momento tú te presentarás
como el salvador. Pero recuerda, Sebastián, el precio de tu éxito lo pagará
Chile.
SEBASTIÁN: Espejito,
espejito que me ves, no te pregunté quién pagará las consecuencias de mi éxito,
solo te pregunté como obtenerlo.
-Sebastián,
entonces, siguió los consejos del espejito, destruyendo a su sector político, a
sus candidatos, primero a un exministro, luego al líder del otro partido de su coalición,
para terminar colocando como candidata a una de sus más fieles empleadas, quien
compitió para perder en nombre de su jefe, algo que ellas misma confesó años después.
-El plan
funcionó, la niña huérfana ganó las elecciones junto a los comunistas, para implementar
un programa de gobierno que se ubicó más a la izquierda de lo que Sebastián
hizo. Se sembró la semilla de una nueva constitución, la misma que Sebastián, estando
una vez más en el poder, entregó a cambio de salvar su pellejo y de una paz que
nunca llegó.
SEBASTIÁN: Espejito,
espejito que me ves, dime, ¿logré ser el más querido de todo el reino?, dime,
espejito, ¿lo logré?
ESPEJITO: No,
Sebastián, no lo lograste. Solo obtuviste un poder que a nadie le sirvió, ni
siquiera a ti. Hoy nadie te quiere y, como te advertí, el precio de todo lo que
hiciste lo pagó Chile.
SEBASTIÁN: Espejito,
espejito que me ves, no te pregunté quién pagó las consecuencias de mi intento
por ser querido por el pueblo, solo te pregunté si logré obtenerlo.