¿A QUÉ HEMOS VENIDO?

Pasando ya la cincuentena, tengo claro que jamás estaremos solos, siempre debemos rendirnos ante nuestra conciencia, ese juez que todo lo sabe ¿Hemos obrado bien? ¿O acaso hemos hecho el mal sabiendo lo que hacíamos?

 

No, no todo muerto es bueno. Aquí no cuenta la propaganda. Somos la consecuencia de nuestras obras; de nuestras acciones y omisiones. Cuando ya no estemos, viviremos en el recuerdo de quienes realmente nos conocieron y de quienes nos padecieron. Seremos equivalentes al legado que hemos dejado. La propaganda es otra cosa, esa puede comprarse si contamos con el suficiente presupuesto para crear una historia sustitutiva de la realidad, y la suficiente gente que se lo crea.

 

Para creyentes y no creyentes, ya que la sabiduría acumulada por la humanidad está ahí para todos, Pablo nos recuerdan en su carta a los Romanos 12:

 

32 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. 33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. 34 Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.

 

¿Qué tal si divulgamos entre la gente que nadie es mas que los otros? ¿Y si comprendemos que el éxito y fracaso no existen? ¿Y que tal si intentamos valorar lo que somos, lo que tenemos, con quienes estamos y donde estamos, en lugar de iniciar una loca carrera que comienza despreciando todo lo anterior, y que prosigue buscando lo que seguramente jamás vamos a encontrar, ya que es posible que ni siquiera lo necesitemos y si lo obtenemos ya no sería suficiente para entregarnos esa esquiva satisfacción que hemos buscado con más ansias que razón?

 

¿Cuál es el objetivo, cual es límite, cual es la finalidad y cual es el fin de todo lo que hacemos?  

 

Sigamos citando a los que saben mas que uno. Calderón nos recuerda lo siguiente:

 

Sueña el rey que es rey, y vive

con este engaño mandando,

disponiendo y gobernando;

y este aplauso, que recibe

prestado, en el viento escribe

y en cenizas le convierte

la muerte (¡desdicha fuerte!):

¡que hay quien intente reinar

viendo que ha de despertar

en el sueño de la muerte!

 

Sueña el rico en su riqueza,

que más cuidados le ofrece;

sueña el pobre que padece

su miseria y su pobreza;

sueña el que a medrar empieza,

sueña el que afana y pretende,

sueña el que agravia y ofende,

y en el mundo, en conclusión,

todos sueñan lo que son,

aunque ninguno lo entiende.

 

En fin…