INCENDIOS, COSTUMBRE NACIONAL

Como he escrito ya en varias oportunidades, los incendios en las zonas altas de Viña y Valparaíso han ocurrido siempre y continuarán ocurriendo en el futuro. Las razones son las que he explicado, tomas de terreno y construcción de casas de madera entre quebradas repletas de pasto seco y basurales, esperando al pirómano, terrorista o luchador social de turno. Me lo decía mi padre que llegó a Valparaíso en 1951, y se los digo yo que lo viví todos los veranos desde la terraza de la casa de mi abuela en la parte alta de Agua Santa. Yo vi, de cabro chico, varias veces a Viña rodeada de incendios.

 

El superintendente de bomberos asegura que “esto es totalmente intencional”: Claro que lo es, siempre lo ha sido, basta con observar que varios focos simultáneos alrededor de la ciudad envolvieron y rostizaron a la pobre gente dentro de sus casas y poblaciones.

 

En Chile todo es intencional, lo fue el 18/O; el terrorismo en el sur; los llamados a quemarlo todo de la hoy senadora; el ingreso de criminales por la frontera norte con la inestimable ayuda de políticos y curas jesuitas; las revoluciones de estudiantes que no estudian en los gobiernos de Pilñera, y que hoy brillan por su ausencia, y la prolífica difusión que de estas hicieron los compañeros de la prensa seria; la destrucción económica producto de “crear inestabilidad” anunciada por los ayudantes de Boric, y cada desgracia nacional. Todo es intencional ya que vivimos en un país repleto de barbaros, por un lado, y de cobardes, por el otro.

 

El Merluzo, no por convicción, sino por necesidad política, arma un show y cita al Cosena, lo que sabemos no servirá de nada, aunque es una “señal”; señal obligada, pero señal, al fin y al cabo. Maniobra politiquera, pero ahí está. Al día siguiente le incendian Valparaíso y Viña ¿Otra “señal”? Yo no lo descartaría. Y si es así, ¿Cómo atraparán a los incendiarios, si son sus colegas que ya han incendiado Chile varias veces y “saben demasiado”?

 

Los autores intelectuales de este criminal incendio no se conocerán jamás, los autores materiales tampoco; tal vez agarrarán a un pobre infeliz, quizá a algún drogadicto “en situación de calle” que pagará las consecuencias televisadas por un corto tiempo, hasta que otra noticia deje en el olvido el nuevo voraz incendio de unas ciudades que están condenadas a vivir con esta amenaza para siempre.