Como estarán
de jodidos en los países hermanos latinoamericanos, que continúan llegando
pobres y desarrapados en busca de un plato de tallarines y, de paso, de unos
cuantos beneficios sociales a costa de la señora Juanita y don paga Moya. Otros
más que sueñan con el paraíso terrenal, esta vez ubicado al borde del Mapocho.
He escrito
largamente sobre la inmigración de verdad, esa que construyó Chile después de
la independencia, principalmente durante la parte final del siglo XIX y hasta
los años 60 del siglo XX. Europeos, principalmente españoles, italianos y
alemanes, además de croatas, suizos y algún otro. Judíos y palestinos. Luego coreanos
en los 80 y 90, después chinos. Ellos hicieron Chile. Fundaron todo el comercio
y la industria nacional. Nadie vivió del estado, todo lo contrario, lo
financiaron.
¿Cuántas
personas llegaron? Muy, muy, muy pocos. No tengo dudas que llegaron a Chile
menos españoles, italianos y alemanes en cincuenta años, que haitianos en dos
años gracias al turismo bacheletista-jesuítico. Aquella inmigración fue decisiva,
fabulosa, le cambió el rostro a un hoyo en el fin del mundo. Hoy vemos como
masas de miserables sin ninguna posibilidad de subsistir con sus propios medios,
ingresan ilegalmente a un país con futuro incierto.
¿Qué haremos
con los haitianos, construir más campamentos y poblaciones? ¿Qué haremos con la
gran mayoría de los colombianos? Los venezolanos que han llegado se ven, en una
cantidad importante, de un nivel cultural muy superior a los anteriores, debido
a que desde el paraíso terrenal de la Karol, el Giorgio y la Camila escaparon
los más capacitados, educados y anticomunistas. Sumemos: ¿Importamos un 80% o 90%
de pobres perpetuos? Esto es la ruina total.
Importar pobres a destajo ha sido un golpe mortal al país. Con un 20% de quienes llegaron, necesaria mano de obra que reemplazó a todos aquellos que estudian gratis con 400 puntos y que solo podrán ejercer en el aparato público producto de su innecesaria cualificación, su modesta capacidad y menesteroso nivel cultural, eran suficientes. ¿1.5 millones, tendiendo a 2 millones de eternos pobres? ¿Para qué tantos? Absurdo.
Cambiamos
una garzona chilena por una colombiana; un bombero de bencinera chileno por uno
haitiano; un chofer de carretilla en una construcción por otro; un cosechador
de manzanas por otro ¿Cuál es la idea? ¿A que vino esta gente? ¿Nuevos votantes
rojos? ¿Agradecimientos a la ONU? De verdad, esto es absurdo.
A cambio,
hemos obtenido otros personajes que nos cuestan más caros aun que un pobre
negrito que malvive en un cité de mierda con cien o doscientas lucas mensuales,
si prorrateamos sueldos mínimos eventuales con meses de desempleo.
¿Quién puede
ser más caro que el anterior? Un empleado público mueve papeles que gana un par
de millones de pesos mensuales, o más, a cambio de complicar la vida a quienes
trabajan para pagarle su suculento e innecesario sueldo. Los haitianos debieran
estar en Haití, y los vagonetas de 400 puntos que egresaron gracias al
compañero profesor y contactos en el partido, cortando fruta y acarreando una
carretilla.