Me informo
en Bio Bio. El INE y la encuesta CASEN 2020, indican que aproximadamente 363.000
jóvenes de entre 15 y 24 años ni estudian ni trabajan en Barbarilandia. Son más
mujeres que hombres ¿A que se dedican estos próceres? No lo indica el artículo.
Yo se a que se dedican, a robar, a vivir de alguien o simplemente a nada.
Esto siempre
ha sido así, y tal vez peor. En Chile trabaja muy poca gente, y muchos de
quienes trabajan lo hacen por una necesidad imperiosa, como cortes de luz en la
casa, insistentes cartas de cobranza por deuda en casas comerciales, compra de
uniformes en marzo, o regalos de navidad.
Hombrones de
la casa e hijos vagos que prácticamente son lanzados a la calle por madres y esposas
que intentan parar la olla. Algún pololito que los “salve” por un par de semanas.
Movidas estratégicas; algún choreo; un matute; una que otra cosa rara de ocasión,
y el tráfico de drogas. “A nadie la falta Dios”, dicen…
En mis más
de tres décadas de trabajo en comercio, con empleados que en su inmensísima mayoría
provenían de los sectores mas pobres de la población, de las poblaciones mas truculentas
y poseedores de todos los vicios imaginables, puede comprobar esta desgracia
nacional. El trabajo, para mucha gente, es realmente un castigo. Hay mucho vago
en Barbarilandia.
Puedo dar fe
que, durante las décadas del 70, 80 y 90, la mano de obra medianamente
responsable en el comercio y otras actividades se basaba en mapuches recién
llegados a la ciudad, mas uno que otro habitante de poblaciones que necesitaban
el trabajo por las razones antes descritas, y que, una vez recolectado el botín
necesario para salvar la acuciante situación puntual, cobraban su sueldo y al día
siguiente no aparecían nunca más.
Esos mapuches
hoy fueron reemplazados por inmigrantes. Primero peruanos y luego colombianos,
venezolanos y, en rubros sin atención de público, haitianos (ya que no saben el
idioma).
Estos
mapuches recién llegados, y luego los cholitos, una vez inmersos en el nuevo ambiente
que los rodeaba, se “maleaban” en poco tiempo y era necesario cambiarlos por
otro mapuche u otro peruano. Supongo que eso misma pasa o pasará con los nuevos
turista-inmigrantes.
Si no creen,
así será. Lo entiendo. Mientras no se ve no se cree. Yo mismo no lo creía cuando
siendo aún muy joven comencé a trabajar con mi padre (idealismo juvenil). Tuve
que llevarme varios desencantos para comprobar que, la realidad, es las que les
cuento hoy.