Mañana comienza el proceso de postulación universitaria 2015.
Se inicia con la postulación a las universidades adscritas al sistema
tradicional (las CRUCH y las privadas de mayor categoría). Posteriormente, los
postulantes que no quedan seleccionados en estas universidades se inscriben
directamente en las restantes; las de, aparentemente, menor calidad o masivas.
El resto de los alumnos postula a institutos profesionales y centros de formación
técnica o simplemente no estudia nada.
¿Cómo se llama este proceso natural?: ¡SELECCIÓN!.
Se separa la paja del trigo. La Católica, la U. de Chile y
la de los Andes se quedan con los mejores alumnos; y vamos bajando. Los buenos
con los buenos, los menos buenos con los otros menos buenos, los reguleques con
sus pares, y así hacia abajo. Es ley de vida.
¿Quiere trabajar en la administración pública?: Entonces postule
a la Central, la Usach, la Silva Henríquez. ¿Quiere ingresar a la empresa privada?:
Elija la UDD, la Finis, la Adolfo Ibáñez. ¡Y sigue la selección!. Estos para acá
y los otros para allá. ¿Y no era que somos todos iguales?. Parece que no tanto
como nos cuentan por la televisión el Amaro y el Guarello.
Tarde o temprano debemos rendir cuentas de nuestros actos,
en todo; siempre. Debemos tomar decisiones, las que están predestinadas por
nuestras decisiones anteriores, en todo; casi siempre. La próxima generación de
chilenos estará compuesta, como siempre, por ricos, menos ricos, clases medias
de todo tipo y pobres, muchos pobres, porque la pobreza es relativa y quien
menos tiene, aunque no tenga muy poco, será pobre en relación al que tiene más
que él. ¡Siempre!.
Y el negocio de políticos, curas progres, académicos y opinólogos
seguirá adelante. Es el negocio seguro e interminable; hablar por la tele sobre
lo que se supone la gente quiere escuchar. La desigualdad, la falta de oportunidad,
la pobreza de muchos y la riqueza de unos pocos. ¡No a la selección y no al
lucro!. ¡Seamos realistas, pidamos lo imposible!, gritaban los muchachotes en
el Paris de los ’60. Los tiempos cambian, aunque no tanto. Lo que no cambia es
la realidad, por lo que más vale acostumbrarnos a ella.
Parábola de los talentos
14 Porque el reino de los cielos es como un hombre que
yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes.
15 A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a
cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos.
16 Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con
ellos, y ganó otros cinco talentos.
17 Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros
dos.
18 Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y
escondió el dinero de su señor.
19 Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos
siervos, y arregló cuentas con ellos.
20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo
otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí
tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.
21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco
has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
22 Llegando también el que había recibido dos talentos,
dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos
talentos sobre ellos.
23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco
has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
24 Pero llegando también el que había recibido un talento,
dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y
recoges donde no esparciste;
25 por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la
tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
26 Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente,
sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí.
27 Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y
al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.
28 Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez
talentos.
29 Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que
no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera;
allí será el lloro y el crujir de dientes.
Mateo 25:14-30