Heinrich
Heine: “Donde se queman libros se terminan quemando también personas”. Era el 10
de mayo de 1933, en Berlín y en otras ciudades alemanas se quemaban libros de
espíritu “no germánico”. Adolf Hitler era canciller. En pocos meses se
convertiría en el Führer.
Esa tarde, una
horda de miles de personas se reunió en el Opernplatz de Berlín en torno a la
orgía incendiaria. Estudiantes universitarios (quienes más podrían ser, si
todas las barbaries modernas se han iniciados en las universidades) habían llevado
más de 20 mil libros en carretillas y camiones para ser incinerados por ser de
autores que no coincidían con su ideología, los que unas semanas antes habían
comenzado a retirar de bibliotecas y academias. Para ellos, eran libros nocivos
para Alemania, y sus autores, enemigos de los nazis. En la lista aparecían autores
socialistas, comunistas, liberales, judíos, etc… Todos los que no eran “de los
nuestros”. Estas escenas se repitieron ese 10 de mayo en toda Alemania.
En enero de
ese año los nazis llegaban al poder. Un mes después ardía el Reichstag. Hitler
obtenía poderes dictatoriales. Comenzaba la conquista de las mentes. “El Estado
ha sido conquistado. Faltan las Universidades”, advertía la Unión Alemana de
Estudiantes Nacionalistas en abril de ese año.
La historia
de quema de libros es tan antigua como la barbarie humana.
El “Index
librorum prohibitorum” es el índice de libros prohibidos por la Iglesia Católica.
Fue promulgado a petición del Concilio de Trento (concilio organizado para impedir
la reforma protestante) el 24 de marzo de 1564. Tuvo más de cuarenta ediciones,
la última edición fue la de 1948. El índice de libros prohibidos por la Iglesia
Católica estuvo vigente hasta el 8 de febrero de 1966 el
En el libro
de los Hechos de los Apóstoles se narran quemas de "libros de magia"
por parte de conversos al cristianismo.
En China,
año 212 a.c., se decreta la quema de libros y asesinato de académicos. Quienes
desobedecieron la orden fueron enterrados vivos.
Año 333,
Constantino I, mediante su epístola a los obispos y los pueblos, ordenó quemar
todos los escritos de Arrio y sus partidarios bajo pena de muerte para quien no
cumpliera. Costumbre que siguió Teodosio y varios emperadores cristianos.
Legendarias
son las quemas de conventos y bibliotecas por hordas del Frente Popular durante
la segunda republica española.
La lista es
interminable, y las quemas llegan hasta el día de hoy. Todas ellas coinciden en
algo, detrás de estas locuras aparecen personajes aparentemente ilustrados, “intelectuales”
(de los nuestros, obviamente), buenistas justicieros, religiosos iluminados, políticos
“verdaderos” algo (¿les suena?) y, no podían faltar, estudiantes universitarios.
En los
últimos días se descubrió que, en Canadá, en 2019, se destruyeron 155 títulos
infantiles en un total 4700 libros, entre los que se encontraban Astérix,
Tintín, Lucky Luke y Pocahontas, por tener una “representación negativa de los
pueblos indígenas”.
La autora de
la quema: La Comisión Escolar de Providence, responsable de establecimientos
católicos de habla francesa. Retiraron de las bibliotecas de treinta colegios libros
que según ellos tienen una “representación negativa de los pueblos indígenas”,
con el objetivo de terminar con el “racismo, la discriminación y los
estereotipos, con la esperanza de crecer en un país inclusivo” ¿Un país nuevo
habitado por el hombre nuevo?
Los
responsables de la noble iniciativa aseguran que se trató de un esfuerzo de reconciliación
con las “primeras naciones”. Los libros fueron reciclados y algunos quemados, y
las cenizas se utilizaron como abono para plantar un árbol y “convertir lo
negativo en positivo” ¿Regreso a la madre tierra y al paganismo pre civilizatorio?
Claro que no
siempre se utiliza la hoguera. Hoy en día están siendo prohibidos libros, películas,
obras de teatro, pinturas, canciones, tradiciones, palabras, expresiones,
adjetivos y todo tipo de expresión y manifestación cultural que no concuerde con
lo políticamente correcto y la verdad oficial inperante. En mas de dos mil
años, al parecer nada ha cambiado.