ENTRE BÁRBAROS

La derecha, en todas sus depravadas variantes conocidas y aun por conocer, va de tumbo en tumbo. Distinguidos alcaldes de connotadas familias conocidas (si, es ironía), roban como cualquier pelafustán rojo, como cualquier flaite de población, como cualquier carretonero y como cualquier indio incendiario, roba madera o roba vacas. Vitacura la lleva; entiendo que en Las Condes aparecen indicios que aun no conozco, y en Viña del Mar tienen un hoyo de este volao.

 

Si recorriéramos la administración pública y municipal de este lupanar con vista al mar, y por supuesto sus empresas “publicas” (no son públicas, son de los partidos, administradores y sindicatos), comprobaríamos que todos roban, y a manos llenas, y de la misma manera. A través de licitaciones corruptas, sobredotación de personal, invento de graciosas “nuevas necesidades de quienes más lo necesitan” y, de la creación de organizaciones de distinto tipo asociadas a las municipalidades, que no cuentan con la fiscalización de estas.

 

Por su parte, el Partido Republicano encargó a un saco de weas la inscripción de sus candidatos. Si esta desgracia no se revierte, JAK deberá explicar a la libertina horda de periodistas rojos, la razón por la que alguien debiera votar por un candidato presidencial que no tiene opciones de ganar la elección, y que además no contará con parlamentarios. Como decía el Capitán General, estamos hasta mas arriba del paracaídas.

 

El respaldo al delito es transversal. Los huevones no tienen color político. La mayoría de la gente no entiende lo que lee, no sabe seguir instrucciones simples y, por lo tanto, no es capaz de desempeñar su trabajo con un mínimo de eficiencia. Y sabemos que la hipocresía es parte del folclor nacional, por lo tanto, todo esto se oculta, disimula o al menos no se comenta en público. Solo que hoy se nota mucho más porque nunca en la historia de Barbarilandia hubo un botín tan grande a repartir, y el populacho bárbaro nunca contó con más derechos adquiridos por la sola razón de haber salido del canal uterino de su progenitora.

 

En un país de pillos, pililos, ladronzuelos, arrimados y aweonaos, todos ellos unos hipócritas de raza, no es mucho lo que se puede hacer para rectificar las conductas, salvo intentar con una bayoneta calada en el orto, pero los tiempos ya no están para estas prácticas civilizatorias.

 

En estos aciagos días en que se enaltece a atorrantes y todo tipo de extravagantes personajes que antiguamente se escondían en la pieza del fondo, o al menos no se lucían impúdicamente como seres de luz celestial, no nos queda más remedio que acostumbramos a vivir a discreta distancia de toda esta rareza, siempre que los raros lo permitan, ya saben eso de que deben ser visibilizados y enaltecidos para no sentirse violentados.

 

Tal vez estamos viviendo, sin darnos cuenta, una época similar a los últimos años de Roma, en que la gente salía de las ciudades, buscando entre los barbaros, la libertad que no encontraba entre los civilizados. Sencillamente porque en la “civilización” la tiranía y la depravación ética y moral eran plenas.