LA BARBARIE QUE LLEVAMOS DENTRO

El próximo lunes, lo menos granado de este lupanar con vista al mar celebrará un año más del golpe de estado al nefasto Sebastián Piñera, quien aparentemente mantuvo su puesto, mas no el poder. El 18/O, Sebastián fue degradado a un simple Administrador Provisional de Palacio, digamos un conserje, luego de la jugada maestra de la izquierda, que luego de más de treinta años de planificación y metódica ejecución del mismo plan de toda la vida, logró su fin, y ese mismo día comenzó a mandar sin pagar el precio de tener que gobernar.

 

Mi histórica y fundada desconfianza en la “chilenidad” me ayudó a comprender desde hace muchos años, décadas, que “la obra del gobierno militar” no se mantendría en el tiempo, nuestra esencia salvaje predominaría, como lo ha hecho durante toda nuestra existencia, primero como colonia española y, posteriormente, como feudo de oligarquías de diversos signos emparentadas y coludidas ente ellas, asociadas al estado del que se apropian como botín de guerra y, a la relación de intereses con los representantes del monopolio de la explotación de la Fe católica en este continente, todos juntos aunque no revueltos con hordas de aborígenes salvajes y clases bajas españolas y criollas de vida disipada y criminal; mortífero coctel que da vida al chileno ladino, mentiroso, vago, ladrón y oportunista que incendió y/o apoyó el incendio, saqueo y desguace del país aquel nefasto día.

 

Siempre tuve la convicción, y lo he escrito muchas veces, que el destino de Barbarilandia sería regresar, con los matices que entrega el paso del tiempo, a lo que fue el Chile de toda la vida, ese país mediocre con pocas ganas de progresar, alérgico al trabajo, con mucha pobreza de cuello y corbata, con empleados públicos y profesores como botones de muestra, y mucha labia para prometer, poetizar y llegar a acuerdos que jamás pensaron respetar. Es nuestra dialéctica hipócrita de sucesivas tesis, síntesis y antítesis dedicadas a dibujar líneas en el agua.

 

Lo que no imaginé fue el golpe de estado, eso no estaba en mi cabeza. Siempre pensé en una larga agonía hacia el estancamiento, el estatismo, el clientelismo, la corrupción, lo que vivimos durante los últimos cuatro nefastos gobiernos de Piñera y Bachelet. Un metódico regreso a nuestras raíces por medio de la burocracia, el acostumbramiento y el clientelismo estatal.

 

El inevitable proceso se aceleró y degeneró. Veremos hasta donde llegamos, aunque el pronostico no es bueno, y el resultado con toda seguridad se mantendrán en el margen de lo más o menos malo. Mi error fue considerar que el chileno y la chilenidad eran malos, pero no tanto. Ya lo decía mi abuela, “piensa mal, y acertarás”. No pensé lo suficientemente mal.