EL GRAN FINAL.

 

Veo ambas tablas de posiciones del campeonato de futbol, la de esta temporada y la acumulada, y claramente puede producirse un dolor de cabeza para el Administrador Provisional de Palacio y sus lacayos. Supongo que ya lo tienen en consideración. Quizá podrían solicitarle una investigación sobre el tema a doña Sylvia, ahora que tendrá más tiempo libre. Un “paper” sobre el imperativo moral de salvar al Colo y la Chile en nombre de la paz social, la equidad de género y las reivindicaciones sociales.

 

Mientras nosotros ya nos olvidamos del título, aunque estamos firmes para la Libertadores, ya que U. Católica, si bien se desinfla poco a poco, aún mantiene una ventaja considerable, en la cola -¿se puede decir cola sin temor a funas?- tenemos un problema gordo, digamos, de “paz social”.

 

Existe la posibilidad cierta de que Colo Colo y U. de Chile puedan enfrentarse en un partido definitorio que decidirá el tercer descendido ¿Se imaginan? Un partido en que un grupo de delincuentes perdedores tomará represalias en contra de la civilización y el otro grupo de delincuentes ganadores celebrará la postrera salvación de la misma manera, destruyendo todo a su paso en un una batalla campal que podría acarrear muertos, heridos, saqueos e incendios al por mayor y, por qué no, un presidente abandonando el país en helicóptero con destino incierto.

 

Tengo la certeza que este dantesco escenario ya ha sido analizado en la ANFP y Palacio, y se aprestarán a arreglar los suficientes partidos para que esto no llegue a suceder. El año pasado ya salvaron grotescamente del descenso a los chunchos, con un término anticipado de campeonato sin precedentes (en Europa los terminaron sin público).

 

Yo creo que esto no sucederá, la corrupción será más fuerte. Sin embargo, no podemos descreer de Murphy, quien nos podría dar una grata sorpresa de última hora.

 

Pegaría por ver a Sebastián y sus yes men declamando consignas por televisión, mientras el país arde por los cuatro soltados. Me los imagino explicando los hechos así: 

El gobierno no permitirá desmanes (mientras la televisión muestra al mismo tiempo saqueos e incendios en todo Chile; ni aceptará que grupos de delincuentes aprovechen este nefasto día para la patria (mientras la gente arranca despavorida hacia sus casas en medio de trifulcas callejeras), para dar rienda suelta a sus bajos instintos.

 

En Chile no sucederá nada de eso (al mismo tiempo que una horda intenta derribar la puerta de La Moneda); la policía sabrá cumplir con su deber (en ese momento, la Tonka y el Amaro muestran comisarias arrasadas, carabineros escondidos detrás de basureros, otros bajo tierra y los más ágiles trepados a una palmera que los delincuentes se aprestan a hacer leña).

 

Crearemos una mesa de diálogo en que participarán miembros de todas las etnias, sexos y nacionalidades, exceptuando a la extrema derecha; y le entregaremos dos cupos reservados en la próxima Convención Constituyente a la Garra Blanca y Los de Abajo (justo en ese momento, Chile entero canta, al ritmo de las cacerolas: Piñeraaaaa, conchetumaaaadreeee, asesiiiinooooo, igual que Pinocheeeeet).

 

Sebastián vibraría de emoción, entre tiritones de brazos y hombros; retorcimientos de cara y estiramientos de las mangas de la camisa, observado como todo Chile lo aclama. Solo faltaría la llegada de los efectivos de El Peral y la camisa de fuerza. Por fin, Sebastián, tendría su lugar en la historia.