IMPUNIDAD TOTAL.

 

Tres chilenos han muerto. Ninguno de ellos tendrá días de conmemoración; leyes con su nombre; reivindicaciones pacíficas, ni procesiones y paseos del cadáver por calles y avenidas. No veremos a llorosos miembros, miembras y miembres de la prensa seria  conmovidos por sus decesos.

 

Uno de ellos fue un oligarca, terrateniente, capitalista y explotador de derecha (valga la redundancia), a quien le pegaron un tiro en la cabeza en un acto de justicia reivindicatoria y social. El segundo fallecido fue un agente de esta dictadura neoliberal que osó ingresar al santo territorio de los antepasados emplumados de los actuales niños símbolos de la causa aborigen. Siete de sus compañeros corrieron con más suerte, aun no mueren. El tercero es uno de los médicos que mataron a Frei padre, según ha intentado comprobar la justicia chilena, con más empeño que razón. El hombre murió de un infarto, luego de 20 años de calvario y juicio interminable.

 

Los tres murieron por acción o inacción del corrupto estado de Barbarilandia. En ningún lugar civilizado se permiten actos terroristas como los del sur del país, ni se procesa a la gente durante décadas, mientras se anuncian encargatorias de reo, supuestos avances en la investigación, imaginarias pericias internacional, fallos judiciales y condenas, una semana antes de cada “11” de cada año.

 

En Barbarilandia solo se recuerda la muerte de comandantes, compañeros, combatientes y todo tipo de abnegado luchador social, que no trepida en asesinar, incendiar, robar, secuestrar y destruir impunemente. Nuestros nuevos héroes componen un ramillete de psicópatas encumbrados a los altares de un país en descomposición moral acelerada.

 

Afortunadamente el gobierno no aceptará estos crímenes, han demostrado su indignación, habrá un antes y un después de estos desgraciados hechos, y se anuncian querellas en contra de quienes resulten responsables. Es un alivio. No sé qué sería de este país sin Sebastián y su escudero Hernán.