La guerra de
los bots está desatada. Da lo mismo que el país esté en camino a la ruina, que
los robos de políticos sean la normalidad, que la criminalidad sea la mayor en
la historia de Barbarilandia, o que un grupo de mafiosos regente el lupanar
mientras esperan el asalto-saqueo final.
Lo
importante en Barbarilandia es y siempre ha sido el espectáculo: El tema del día es si alguien difunde
que la Jara está embarazada de un ex agente de la CNI; si JAK participa en
fiestas travestis con Felipe; si la Matthei fue amante de Guillermo Teillier; si
la Carmen Hertz abortó un hijo de Brad Pitt; si la guagua del Merluzo es en
realidad de Jackson; si pillaron al MEO trabajando; si el Julito con el Neme se
gastan parejo, o lo que sea. Barbarilandia es un país de subnormales, que
eligen a subnormales, que aparecen en canales de televisión con panelistas
subnormales.
El problema de
los chilenos, además de sus evidentes características subnormales que muestras públicamente
con indisimulado orgullo, no son unos jiles que se entretienen difundiendo cabezas
de pescado en las redes sociales como las que se me acaban de ocurrir en este preciso
momento, sino la tropa de supuestos expertos a sueldo, una verdadera lacra de
descarados y sinvergüenzas, que aparecen en la televisión avalando todo tipo de
salvajadas.
¿Saben por
qué ellos son el problema? Porque nadie que no sea un subnormal, incluso un subnormal
con experiencia, puede hacer caso a bots, o quienes sean, que dediquen su
tiempo a difundir leseras.
Lo
verdaderamente desastroso es que se de por cierto, avalado por esta desgraciada
avalancha de expertos, las mentiras mas disparatadas, como que el mundo se va a
acabar; como que Luchito ahora es Luchita porque Luchito así lo dice; como que
los casquetes polares se derretirán la próxima semana y el agua llegará a la
Plaza de Armas; como que la inflación se termina fijando precios; como que en
el sur existe el no-terrorismo; como que en democracia la mayoría manda aunque
la mayoría vote por las barbaridades más desquiciadas; como que se puede legalizar
el robo; como que el comunismo es democrático; como que el voto obligatorio es igualmente obligatorio
sin multas; como que las fundaciones son sin fines de lucro, aunque en realidad
son con fines de saqueo.
Todo esto y mucho
más, y que los expertos y santurrones mediáticos se encargan de difundir
descaradamente, con cara de seriedad, tirándonos encima sus magísteres y doctorados
chantas, son el verdadero problema, porque el populacho bárbaro tiende a creerles,
no un tipo que se entretiene escribiendo payasadas para pasar el rato y reírse un
poco de los jiles que se creen cualquier lesera que les parece cierta porque
quieren que lo sea.