Existe un antiquísimo
supuesto entre el populacho bárbaro. Dice que da lo mismo quien gane una elección,
ya que al día siguiente igual tendrán que salir de su casa para trabajar. No
tengo del todo claro si esta postura se ha instaurado como verdad válida para
todo evento por ignorancia, simpleza, vagancia, desinterés, conformismo o vaya
uno a saber.
Igual cierta, sólo en parte, solamente en la medida en que el país mantenga acuerdos de
estabilidad entre los grupos que controlan el negocio de la política. Si usted
divide el mundo entre los buenos (nosotros) y los malos (los otros), esta
especie de refrán populachero no se cumple.
El proyecto político
del Gobierno Militar, fundado en las ideas de Jaime Guzmán, entre otros, se
basaba en esta frase, que efectivamente diera lo mismo quien ganara la próxima,
la posterior o la elección que sea, al día siguiente todos iríamos a trabajar,
o, dicho de otra manera, que producto de una elección descabellada del populacho
bárbaro, no sucediera nada de lo que pudiéramos lamentarnos, ya que quienes
manejan el negocio de la política mantienen los acuerdos fundamentales.
No importa
quien gane, nos advertía Jaime Guzmán, mientras se gobierne de acuerdo con lo
que nos conviene a todos (algo así era…). Esta idea funcionó en el acuerdo de reforma
constitucional entre el Gobierno Militar y la oposición, el plebiscito de 1988
y los gobiernos de Aylwin, Frei y hasta la elección de Lagos-Lavín. Ahí concluye
la decisión de entregar estabilidad al país por sobre los intereses personales.
Luego de la convicción
de Piñera y Lavín de que “no había más votos” de donde rascar para ganar una elección,
y colocándose ellos siempre delante de los intereses nacionales, decidieron,
primero Piñera y más tarde Lavín, ubicarse a la izquierda de la Concertación, y
así ganar la elección presidencial para mayor gloria de Piñera.
La derecha,
al colocarse a la izquierda de la Concertación, empuja a esta hacia la extrema izquierda,
conformando así la Nueva Mayoría (Concertación + PC). El resto de la historia ya
es conocida por todos.
Barbarilandia
sólo puede seguir dos caminos.
a.- Continuar
el camino trazado por el Gobierno Militar y Jaime Guzmán, intentando restituir
hasta donde sea posible el orden político y el eje derecha-izquierda antes
descrito (es lo que intenta hacer el PR), reviviendo de esa manera los grandes acuerdos
Alianza-Concertación, los que lograron replicar el PR, CHV, Demócratas y
Amarillos en la constitución 2.0, aunque esta no haya sido aprobada por el respetable
público que meses antes desvariaba apoyando una revolucion criminal, o.
b.- Apoyar
el enfrentamiento entre la extrema derecha del PNL y la extrema izquierda del PC-FA,
quienes, en una muestra de intransigencia y menosprecio por los intereses
nacionales, no apoyaron dicha constitución ya que enterraba sus afanes hegemónicos
y excluyentes respecto de las demás posturas políticas.
No hay más.
Es que no hay más, señoras y señores, les guste o no.