Quienes caminamos el día de ayer por el Paseo Ahumada esquina Plaza de
Armas como a las tres de la tarde, nos encontramos con un espectáculo impresionante.
Salgo desde el Portal Fernández Concha y me encuentro frente a una multitud
impresionante de chilenos y chilenas rodeando un carro de bomberos con todo y escalera
telescópica. ¡Incendio!, dije. No, nada se incendiaba.
Alrededor del carro de bomberos se encontraban varios carabineros con sus
perros, inspectores municipales y la prensa. ¡Una bomba!, dije. No, nada estaba
explotando.
Los chilenos y chilenas que ocupaban su escaso y valiosísimo tiempo rodeando
el carro de bomberos, a los carabineros, los perros policiales, los inspectores
municipales y los periodistas, portaban teléfonos celulares que dirigían hacia
lo alto. ¡Un artista de teleseries”, dije. No, nadie actuaba en presencia de la
multitud. Solo supuse una posibilidad, una mina en pelotas se paseaba por algún
balcón desarrollando una performance cultural de difusión de la ideología de género,
por lo que me apersoné en el lugar con los ojos bien cerrados. No, nada de eso,
era aún peor.
Una señora indicaba: ¡es un mono!; la otra aseguraba: ¡es un gato!. Estaban
equivocadas, y no era para menos, nadie podía imaginar lo que en realidad
estaba sucediendo, la imaginación humana no da para tanto.
De repente, la escaleta telescópica comienza a funcionar. El hombre parado
dentro del carrito comenzaba a acercarse a la copa de un plátano oriental,
mientras la expectación cundía. La gallá fotografiaba a rabiar mientras los
empleados públicos financiados con nuestros impuestos se aprestaban a pasar a
la historia.
El hombre que arriesgaba su vida en la punta de la escalera del carro de
bomberos ya casi llegaba a su objetivo. De repente comienza a abrir sus brazos,
supuse que buscando el mono que anunció la vieja o el gato que reconoció a la
distancia la otra vieja. La tercera vieja no presenció el acto heroico por encontrarse
en el segundo piso de Agustinas con Morandé.
Al hombre le quedaba menos de un metro para pasar a la historia, cuando de
repente veo que un búho que dormía plácidamente en una rama del árbol, a la
cual, obviamente llegó volando (no veo otra posibilidad, ni siquiera en
Barbarilandia, por surrealista que sea este país) levanta su cabeza, mira para
otro lado y hace lo que hacen todos las aves. ¡Salió volando!. Nunca en mi vida
vi algo tan demencial, todo un operativo para bajar un pájaro de un árbol.
El público se regocijaba, yo no lo podía creer, la prensa estaba en llamas,
los carabineros y sus perros miraban ensimismados, bomberos exigía una explicación
y los funcionarios municipales, me imagino, se aprestaban a “escalar” una carta
en cuadriplicado relatando el acontecimiento con copia al SAG y a la sociedad
protectora de los búhos. Seguramente alguien pensó que el búho esperaba un
rescate.
¿Se dan cuenta estimados amigos? Ahora el Estado también salva aves que reposan
sobre los árboles ¡Solo en Chile!.
A todo esto, el búho se posó sobre un balcón, mientras hasta yo lo
fotografiaba pensando en contar esta noticia en mi blog. Esto si es un “nanny
state” solidario y transversal.
Ahí tienen las imagines. En la foto del edificio, al lado del aire
acondicionado, pueden ver al búho que miraba a la multitud, mientras los
contribuyentes financiábamos la heroica acción.