USTED, NO LO DIGA.

Estoy en la playa, capeando “la calor” de Santiago, que según mis estimados amigos de este pinochetero Blog, me tiene escribiendo puras huevadas. Afortunadamente no tengo en frente mío un bien nacional de uso público repleto de rollizas viejujas comiendo sandías con harina tostada.

Se notan los diez o doce grados menos de calor, que junto a la brisa marina son un desahogo. Veraneo bajo la atenta vigilancia de mi hija, la patrona y mi madre. Hoy cociné yo…, prueba irrefutable de que los hombres servimos para algunas cosas.

Lejos de la tranquilidad de este apacible pueblo, la vida continúa su curso. El subsecretario del interior es denostado por asegurar que parte de los incendios que rostizan el sur de Chile han sido provocados por delincuentes y terroristas (el lo llama “causa mapuche”).

La izquierda y la gentuza políticamente correcta pide la cabeza del ministro de salud por anunciar el aumento de VIH, gracias al generoso aporte de nuestros hermanos inmigrantes, aquellos turistas allegados a Barbarilandia con la ayuda de la siniestra secta jesuita y el beneplácito de la comandante Claudia, con la doble finalidad de subsidiar empresas ineficientes y elevar la votación izquierdista gracias a nuestros nuevos pobres.

Vivimos en una época donde decir la verdad tiene un precio. Campea la hipocresía de lo políticamente correcto. No existe el bien ni el mal; la verdad y la mentira se fusionan en una especie de consenso irracional. Todos sabemos que otro miente, mientras lo festejamos. La realidad es insoportable, además de un pésimo negocio para quienes viven a costa de los demás. La solución es crear una nueva realidad, al servicio del objetivo buscado.

En Chile el rey va desnudo hace mucho tiempo. A su alrededor todos bailan. Y nadie dice nada, aun hay negocios que hacer y paño que cortar.

Según me anuncian, mañana me toca cocinar. No se como sacan las cuentas.