... Y TAMBIÉN SIN CORBATA

Quiero robar, y robar mucho dinero, pero no se equivoquen, no se trata de robar por robar, ni soy un sinvergüenza de esos que estudian en universidades para nunca trabajar por falta de ganas y tiempo; no se trata de eso, se trata de algo mucho más trascendente y avanzado. Quiero robar por justicia y dignidad.

 

¿Es justo que casi todo el mundo robe, robe y robe sin parar, y sin ningún tipo de sanción? Me siento pasado a llevar. Me siento conculcado en mis derechos mas elementales, es más, me siento conculcado en el derecho más importante, que no tiene nada que ver con desvaríos ultraderechistas como la vida, la libertad y la propiedad que a nada bueno conducen, nada de eso. Siento -y digo siento, ya que eso de pensar me tiene más que agotado- que no se me ha respetado mi derecho a ser igual a los demás.

 

¿Cómo es posible que la gente pueda sentirse mujer, hombre, negro, indio, multigénero o cosas de ese tipo, y yo no puedo sentir que tengo el derecho a robar, si quienes andan fomentando este tipo de ingenios son quienes más roban?

 

Si ustedes observan someramente la realidad nacional y mas allá, quienes son hombres y se sienten mujeres, quienes son gatos y se sientes gallinas y quienes son negros y se sienten transparentes, son una minoría comparada con quienes nos sentimos con el derecho a robar. Basta con que cuenten la cantidad de negros, indios, y travestis, y la comparen con la cantidad de gente con derecho a robar (no confundir con ladrones, esos son otra cosa más bien relacionada con la ultraderecha) La gente con derecho a robar gana por paliza.

 

Y si la gente con derecho a robar es tanta, ¿cuál es la razón por la que yo no puedo sentir que ese derecho también es mi derecho? No quiero ser blanco, negro, hombre, indio, mujer, tortuga o un jurel, solo quiero poder robar en paz ¿O es tanto lo que pido?   

 

Robar no debe ser perseguido, angustiando así a quienes hemos decidido dar un paso más allá de las convenciones heteropatriarcales, más aún si el objetivo del robo es casto y puro, como robar en nombre de los pobres, la igualdad, la paridad, el medio ambiente, la resiliencia, las expresiones de arte callejero, la justicia social, la paz social (y cualquier cosa a la usted le agregue la palabra “social” al final), el cambio climático, la repartición de condones, el fomento del aborto, la falta de agua y comida, el respeto a las minorías, el subsidio a las antenas de DirecTV de las tomas ilegales, y otros derechos que debemos ejercer sin remordimiento para ser considerados ciudadanos en plenitud.

 

Si yo pudiera ejercer mi derecho a robar, pero a robar en cantidades importantes ya que montos inferiores no pasan de ser algún tipo de migajilla solidaria (y todo dentro de la ley, claro, para eso estamos en Chile), tendría una lista de que cosas compraría producto de mi derecho adquirido.

 

Cuando éramos cabros chicos, los hermanos y primos junto a mi abuela que jugaba al loto, el Kino y la Polla Gol, aunque nunca ganó algo, nos imaginábamos qué haríamos si contáramos con el billete ganador. Lo de siempre, los sueños comprendían las típicas excentricidades de una menesterosa clase media aspiracional, a saber, casas grandes, autos grandes, viajes a Europa y todo tipo de artilugios útiles para el gran sueño del chileno medio; el flujo de caja y el ascenso social.

 

A mi no me interesaba ese tipo de cosas, razón suficiente para ser considerado el tonto, fome y aburrido del lote. Yo, en cambio, soñaba con ser empresario, y así venderles a ellos y a quienes quisieran, las cosas con las que tanto soñaban, al mismo tiempo que despreciaba todo tipo de anhelo de figurar y relacionarme con la “gente bien”. El tiempo me dio la razón, como suele dársela a los tontos, fomes y aburridos de cada lote en cada época de la historia humana.

 

Hoy esto ha cambiado, al menos en parte, y al menos en la forma. Todo se ha vuelto menos fantasioso y más siniestro. Si bien abundan quienes sueñan con el dinero fácil y el ascenso social que suponen puede implicarles, ya no lo buscan a través de acertar un juego de azar, y como el sueño de la universidad gratuita que nos llevaría a todos, todas y todes a vivir un futuro esplendor siempre fue una gran mentira, a millones de chilenos solo les queda la ilusión del pituto, la corrupción, las fundaciones, el tráfico de influencias, el escribir huevadas inentendibles en papeles de mierda que avalan la última estupidez de moda, el venderse en cuerpo entero, y en soñar que, esta vez sí que sí encontrarán el camino que algún día los llevará al destino deseado.

 

Después de todo, los ladrones de hoy no son los ladrones de antaño, esos torvos personajes despreciados por la sociedad. Hoy el ladrón es un tipo con estudios varios viajes al extranjero y varios cafés del Starbucks en el cuerpo. Hablan bonito, o al menos raro; y generalmente conocen el futuro. Se de gente con derecho al robo que conoce exactamente la temperatura que tendrá Curicó en el año 2085, por ejemplo. Eso debe ser porque tienen estudios.

 

Y si algunos lo logran, ¿por qué yo no podría hacerlo? Si es fácil, usted miente, roba, y asunto arreglado. Además, no pasa nada malo, todo lo contrario, si es llegar y robar ¿O acaso no han visto la tele?