Ahora nos enteramos que la Claudia declaró como testigo en el caso Caval. No
veo como puede ser testigo de algo una persona que se enteró por la prensa
mientras comía pan amasado con palta en un lago sureño.
De haber estado en el pellejo de la iñora (aparte de sobrarme para hacer un
carpa), jamás me hubiera imaginado que mi hijo vago conductor de Lexus podría haber
estado metido en algo raro. El cabro se nota bueno, como salido de un colegio
de jesuitas clavadoras de tablas. Sebastiancito siempre fue ajeno al lujo; y su
mujercita, una abnegada dueña de casa a quien no le interesan los hoteles,
viajes al exterior y reuniones de negocios con los más pulentos de la comarca. Se
nota que el matrimonio ideal es ante todo austero, si hasta parecen DC de los
antiguos, de esos que vacacionaban en Algarrobo y cambiaban el Peugeot cada
quince años. ¿Quién se iba a imaginar lo que sucedió después?.
Si es cierto lo que la Natalia le contó a Díaz, me parece una ofensa a la
dignidad del cargo de presidente de la República Bananera de Barbarilandia. No es
posible que un presidente se rebaje de esta forma, si va a robar que lo haga en
serio ¿Mil millones solamente?.
Si yo fuera presidente de este lupanar, no aceptaría menos de diez millones
de dólares por cada llamada telefónica, ni menos de veinte por una firma. El
poder es para abusar de él, o de lo contrario no vale la pena tenerlo. Prefiero
el estilo de Cristina I “la loca” que el de Nuestra Señora de los Milagros.
De todas formas solo estoy elucubrando, no sabemos si lo que la Natalia le
dijo a Díaz es cierto, ni siquiera sabemos si lo que dice Díaz lo es. Para saber
la verdad, es menester que estos personajes corran el riesgo de pisar la casa
de jabonero, algo que no va a suceder, ya que si sucediera podrían abrir el
hocico y ya sabemos lo que puede pasar. Esas cosas no pasan en Chile.