ESCRIBA 100 VECES.

Debo reconocer que se me hace cuesta arriba intentar convencer a mis estimados contertulios –como decía mi tocayo, el gran Máximo Clavería- de que no es posible que Carabineros le pegue un tiro a alguien, si no es dentro de las reglas de una balacera, en defensa propia o en caso justificado de flagrancia con el delincuente armado. Los amigos en su camino no pueden salir de cacería por campos y ciudades de nuestro país; los conductores de Uber no son patos, ni los conductores de tractores son conejos. Y los señores de verde no son jueces, por lo tanto no deciden quien muere y quién no.

Vamos a ver. Y pongan mucha atención, porque espero sea la última vez que se los diga. Entre todos los juguetitos que le compraron al Comando Jungla, iban unas camaritas “GoPro”. La función de estas camaritas era, precisamente, salvarle el pellejo a los carabineros en caso de que sean acusados falsamente, y para poder tener pruebas de los hechos delictuales que llevan a cabo periódicamente los no-terroristas de la zona en cuestión. Es decir, sin las camaritas, el resto de los juguetes no sirven de nada, o más bien, pueden servir para meterse en puros líos. ¿Entendieron? Pues el que no entendió que lea todo una vez mas o las veces que sean necesarias.

Entendido lo anterior, tendrán que concordar con este humilde servidor de causas al parecer perdidas, que el carabinero, antes de salir de su casa, de colocarse los calzoncillos, tomar desayuno, colocarse el uniforme y el arma y de espetarle a la señora, chao vieja, tiene que llevar su camarita GoPro. Si quiere no se lava los dientes, pero la camarita la tiene que llevar sí o sí.

Ahora bien. Si yo soy el comandante, lo primero que le digo a la tropa de huevones es lo siguiente: El huevón que no lleva la cámara, lo hago recagar. Lo que no puede prever el comandante, es que un tipo dispara, mata a alguien y luego saca la tarjeta de memoria de la camarita y la destruye. Si yo soy el comandante, efectivamente lo hago recagar, si soy juez puedo presumir que el tipo ajustició al finado, y si es así, lo meto preso, por criminal y por huevón.

Y luego viene la parte política-periodística-comunicacional. Como bien ha dicho JAK, a nadie en la izquierda le interesa un reverendo pico el compañero Catrillanca. Ni la supuesta “causa mapuche” ni nada. Solo les interesa el poder y el dinero que pueden obtener con él. Entonces, la estupidez de un par de giles de gatillo fácil nos cuesta muy caro a todos nosotros. Con esto, la izquierda y su revolución se fortalecen, y en lugar de ir solucionando un problema -que en realidad no tiene solución, digámoslo-, lo acrecentamos.

Con la muerte de Catrillanca perdemos todos y solo ganan los enemigos del país.

Demás estará decir que los enemigos del país no están en La Araucanía. Esos son unos pobres huevones que valen callampa, que adiestraron como asesinos y pistoleros de mala muerte. Son una tropa de cobardes incendiarios y encapuchados, analfabetos, de mala pinta y atorrantes. Una horda de subnormales y sicópatas reclutados por los que digitan la revolución.

Los verdaderos enemigos están sentados en el congreso, dictando clases en las universidades y colegios, ocupando puestos en el Estado y regentando ONGs que promueven la revolución, y que respaldan a criminales como Palma Salamanca y el resto de los asesinos con que sacan las castañas del fuego.

Es con esta gentuza criminal que la ex derecha convive día a día y llega a acuerdos. Es con esta gentuza con la que acuerdan subirnos los impuestos e instalar una estatua de Allende frente a La Moneda.

En fin, tarea para la casa, escribir 100 veces:

"Los agentes del Estado no pueden matar gente, mañana me puede tocar a mí".