PELÍCULAS CASERAS.

No sé en qué va el cambio de nombre del aeropuerto Pudahuel. Al parecer el nombre del violador, padre desnaturalizado y símbolo del heteropatriarcado abusador y represor, Pablo Neruda, pierde fuerza. En su beneficio puede citar la Oda a Stalin, de tardía autoría, me refiero a que la escribió cuando Stalin llevaba tranquilamente 30 millones de muertos a su haber.

El aeropuerto de Temuco puede ser rebautizado como Compañero Catrillanca, aprovechando al nuevo héroe del marxismo nacional. El de Antofagasta como Aeropuerto de la Colombia Libre, así tendríamos de aliados estratégicos al país cafetero en caso de que Evo decida invadirnos. Y así, bauticemos y bauticemos sin parar. Signo inequívoco del “Nuevo Chile” reescrito. Nada novedoso en un país que erige una estatua al líder de la banda que lo destruyó, frente al mismísimo palacio de gobierno, signo inequívoco de una clase dirigente enferma y un electorado que la elige, más enfermo aun.

Pero tranquilos, se acerca navidad y año nuevo. Luego dos meses de soporífero verano que aleja de los medios a las sanguijuelas nacionales, no por falta de ganas, sino por falta de público. Catrillanca y compañía tienen fecha de vencimiento el 15 de diciembre. En marzo lo resucitarán.

El que tiene cara de finado es Sotito, el protector de damas de mala vida y poca vergüenza. Creo que no lo han echado solamente porque no deben tener a nadie más a mano para remplazarlo y porque Piñera ya no quiere más líos y desprestigio. Y no digo más, ya que los amigos defensores a ultranza de los hombres de verde, gris o azul con gorro y pistolón al cinto me recordarán mi traición, invocando el Foro de Sao Paulo, los Reptilianos y la maquiavélica ONU.  

¿Será verdad que el sargento tijereteó la tarjeta de memoria para ocultar porno casero, donde la madre de sus hijos ostentaba el papel protagónico? Me cuesta creerlo, aunque comparto eso de que la realidad siempre supera a la ficción. Tal vez la solución sea colocarle una cámara corcheteada en el gorro a un cabo, que a su vez es vigilado por un sargento con cámara, que a su vez es vigilado por un teniente con cámara, que a su vez es vigilado por capitán con cámara, y así, hasta llegar al primo arrepentido que los vigila a todos, y el payaso vigilándolo a él. El problema con este genial plan, es que aún no sé quién podría vigilar a toda esta sarta de huevones. Mi plan tampoco es perfecto, lo sé, pero le hago empeño.

Estas son las divagaciones de un ocioso con 33 grados de calor. Y aún nos queda todo el verano por delante, solo espero que los no-terroristas, enfermos mentales y revolucionarios de mala cepa se apiaden de los cerros porteños y bosques y pastizales de la zona central y la Araucanía. Aunque sé que es mucho pedir en estos días de locura y fanatismo sin fin.