SEMANA SANTA.

Mi abuela nos contaba cada año, que en un día como hoy, hace unos dos mil años atrás, comenzaba el calvario de Nuestro Señor Jesucristo, como ella lo llamaba. En Resumen, el buen hombre fue torturado, crucificado, muerto y sepultado. Al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la diestra del jefe de todos los jefes. Ok.

Luego comenzó el comentario. Ya saben, las malas lenguas. Aparecieron los que dicen que dijo. Y cada cual decía lo que le dijeron y le contaron otros a los cuales les contaron lo que le quisieron contar. Les llaman evangelios. Hasta que pareció Saulo de Tarso, más conocido por su nombre artístico de San Pablo, y fundó el cristianismo. Pablo fue un hereje converso luego de ver una luz, según nos cuentan.

Pues Pablo comienza a enviar cartas a diestra y siniestra, donde nos plantea lo fundamental, estamos predestinados a salvarnos o no, desde antes de la creación. El hombre no puede intervenir en ello. Si quieren lo creen o de lo contrario se ríen, pero eso nos asegura Pablo, y como él fundó el cristianismo, pues así será.

Luego, mucho tiempo después, durante el Imperio Romano, don Teodosio y don Constantino, Concilio de Nicea mediante, decretan la verdad oficial, controlada por la religión oficial, controlada a su vez por los cabecillas oficiales. El pajeo mental sobre la Santísima Trinidad y si Jesús es Dios o no lo es porque es solo hijo, fue parte de esa verdad oficial. A Arrio no lo inflaron mucho que digamos. Desde ese momento, los curas comenzaron a leernos la Biblia y a interpretárnosla, seguramente por considerarnos imbéciles. O tal vez por considerarnos muy vivos, y si la comprendíamos perderían el poder que les daba nuestra ignorancia y nuestro miedo inventado por ellos.

Y ahí comenzó el negocio. Todo el mundo quería ser parte de la franquicia para explotar el negocio de la Fe en el planeta Tierra, y de paso o sus moradores. Luego aparecieron otras interpretaciones de lo mismo, y otras y otras, unas enarbolando una cruz, otras una media luna. Y no eran las únicas.

Hasta que llegó el momento en que casi nadie cree nada y lo que sea cree no estamos seguros de creerlo, básicamente por no hacerle caso a Pablo, que nos dio una solución sencilla, donde nosotros no podemos intervenir. Pero el ser humano es muy complicado, generalmente quiere lo que no se tiene, lo que no se puede y lo que no se entiende. Hoy en día la gallá quiere además lo que no necesita y lo que no puede pagar, además de lo que muchas veces no le sirve para nada.

Solo de pensar lo simple que era y hasta donde lo hemos llevado, justifica que Dios nos haya expulsado del paraíso terrenal. De hecho, si yo hubiese sido Dios, no hubiese enviado a mi hijo a salvar a esta tropa de huevones que valen callamapa y estropean todo lo sencillo para transformarlo en un caos que no entienden ni les interesa entender.