CAJAS DE MERCADERÍA.

Estamos como estábamos. Hordas de atorrantes a guata pelá lapidaban a Carabineros y sus autos verdes, esta vez exigiendo comida en nombre de los hambrientos. Los pacos se guarecían detrás de otro paco, colocando delante al más gordo. Otros, precavidos, se guarecían detrás del zorrillo. Seguro son tácticas de guerrilla urbana. No creo que los paladines del hambre estuvieran tan sulfurados por no poder asistir a trabajar, si es que los que aparecían en la postal trabajaban antes de marzo. Seguro son grupos de choque del PC y sus afines, dedicados a representar a los pobres y desarrapados de este perro mundo, sin haberles solicitado antes un mandato general.

Señoras Juanitas contaban sobre sus miserias y niños a pan y agua desde hace un mes. Los rostros comunista-millonarios indignados movían su cabezota de izquierda a derecha, bajaban la vista e intentaban llorar sin conseguirlo. Ellos, que viven como grandes señores, dicen entender que pasa y por qué pasa. Una mujer excedida de peso exigía su caja de mercadería aquí y ahora. Quería la presencia del alcalde también aquí y ahora. Como decía mi abuela, no ganamos para disgustos.

El gobierno de Sebastián y sus mascotas, armará 2.5 millones de cajas con mercadería. Ya se lo quisiera Nicolás Maduro. Las repartirán en poblaciones, barridas, villas y cités a la “gran clase media”, según palabras del propio Administrador Provisional de Palacio ¿Qué es la clase media exactamente? ¿Alguien que después de un par de semanas de encierro debe hacer una polla para rifar un kilo de arroz y un paquete de tallarines número cinco a fin de mes? No me lo creo.

Pero ojo, detrás de esta puesta en escena de los de siempre se esconde una realidad. La gente lo está pasando mal. Los pobres quieren comer y algo más. Taxistas, conductores de Uber, “dele-dele”, vendedores ambulantes, feriantes, matones a sueldo, prostitutas, traga fuego de semáforos, traficantes de droga y demás “emprendedores” están a brazos y piernas cruzadas ¿Qué le echamos a la olla?

Los pobres, esa gente que los señores políticos disfrazan como “la gran clase media” que salió de la pobre gracia a que “recobramos la democracia”, no viven de su sueldo, sino de “extras”. Ganan el mínimo más propinas en restaurantes, lavados de vidrios en bombas de bencina, recortes en las tarifas de parquímetros, bolsitas con mercadería ocultas en la cartera en panaderías, supermercados, almacenes y restaurantes, ventas sin boleta en el comercio cada vez que el propietario va a las casitas o al banco, robos de todo tipo, comisiones fantasmagóricas, trampas, salidas no tan matinales a “salvarse”, pololos en construcción y gasfitería, cortes de pasto que ya ni riegan ni crece.

Mucha de esta población, y será aún más dentro de una semana, ya no gana el mínimo más sus movidas estratégicas que doblan o triplican el sueldo, ahora o están sin trabajo formal, o cobrando 150 lucas en el seguro de desempleo. El próximo mes cobrarán 100. Así no hay quien viva.

Comerciantes desesperados no pueden pagar arriendos, gastos comunes, facturas atrasadas, colegios, universidades, dividendos, la cuota de la bacanal en Cancún, el autito nuevecito de paquete. Esta es la verdadera clase media, y quedará en la ruina dentro de poco, algo que ni siquiera les garantiza que no se contagiarán en cualquier momento.

El gobierno, inmisericorde, les presta dinero -si es que el banco lo acepta- para que le paguen el IVA, PPM, patentes municipales, permisos de circulación, contribuciones de bienes raíces, impuestos específicos y demás robos. Te presto para que me pagues. Dicen que Al Capone se hizo rico en el mismo rubro.

Tengo unos arrendatarios que no me pueden pagar. Yo no los puedo obligar a pagar, pero tampoco puedo no cobrar. Y así estamos. Les di un plazo, aunque no sé si a esas alturas del partido estarán aún vivos financieramente o tirando piedras junto a los atorrantes de guata pelá.

La gente quiere trabajar, pero el gobierno no los deja. Se supone que los están salvando del virus ¿Cuánto tiempo más puede durar esto? No le doy más de dos semanas.