EL CORTO BRAZO DE SEBASTIÁN.

Aun recuerdo las palabras del director de la PDI, anunciando que estaban tras los pasos de quienes cometieron los saqueos e incendios durante el golpe de estado. Estaban casi casi pillados los energúmenos. En ese preciso momento, Sebastián miraba la televisión, mientras devoraba un pan con huevo que le cocinó la Cecilia. El hombre palideció, los ojos le salían como a los monos animados de Nikelodeon. Sufrió un ataque de tics nerviosos, y mientras se revolcaba y tironeaba la manga de la camisa, el huevo y la marraqueta se le atoraron en el guargüero, mientras la Cecilia corría a socorrerlo. Ese día Sebastián casi se nos fue, supongo que para allá abajo.

Una vez solucionado el problema del huevo y la marraqueta, y mientras la Cecilia trapeaba la cocina y tiraba el mantel a la lavadora, Sebastián se volcó al teléfono en busca de sus mascotas, quienes aún no se reponían del principio de infarto. Alguien debía detener al director de la PDI. La “paz social” estaba en juego. Desde ese día, nunca más se supo de los inminentes arrestos de la crápula revolucionaria.

El informe de la policía tal vez reposa en algún cajón bajo siete llaves, o quizá fue enterrado en el patio trasero del jefe, y sobre él plantaron un cactus, de esos con las espinas bien largas que decoraban las películas de espagueti western.

La PDI no es el problema, pruebas han dado de profesionalismo y carácter. Detuvieron en tiempo record a la banda que participó en el llamado segundo robo del siglo, a pesar de que la comisión del delito no fue trasmitida por televisión 24/7 durante dos meses, los testigos sobraban y las fotos que navegaban por redes sociales hacían nata.

También encontraron armamento de guerra, creo que en el norte, el que asociaron a la banda del robo. Recomendación: no se les ocurra sospechar del bandido equivocado, en Chile no existe terrorismo, ni revolución, ese armamento no guarda relación con nada más que un robo común. No supongan cosas que no pasan en Chile. La salud del primer ciudadano de la nación está en juego, y la Cecilia no puede estar trapeando la cocina a cada rato. Eso sería machismo, y los tiempos no están para esas cosas.

Para concluir, se recomienda a quienes les interese, no buscar a ningún guatón hambriento por las calles de la comuna de El Bosque. No dar declaraciones y cuidar la peguita, que vienen meses y años malos, y la olla no perdona. Las cajas de mercadería solucionarán el problema, y el anuncio de un par de querella en contra de quienes resulten responsables los hará correr a perderse. El largo brazo de la ley deberá esperar, el corto brazo de Sebastián se preocupará del tema.