ASÍ SOMOS.

Nuestra condición de país en estado de semi barbarie, siempre aspirando a la perfección, se demuestra en lo cotidiano. Esa necesidad de hacer todo mal o a medias nos define como sociedad ¿Cuál es la necesidad de cambiar el capitalismo por el socialismo, las micros amarilla por el Transantiago o el sistema de capitalización por uno de reparto? Todos sabemos que la alternativa es peor, y el que no lo sabe al menos lo sospecha, sin embargo nos caracteriza una tendencia hacia lo mal hecho.

¿Es lógico ver como arrasan con ciudades enteras quemando todo a su paso, mientras el populacho bárbaro aplaude a rabiar desde el balcón, premunidos de una olla y un cucharon? ¿Es justo que Arturo Vidal sea el símbolo de nuestra selección nacional de futbol? ¿En serio merecemos algo así, no había otra alternativa menos impactante para la vista? No pues, estamos en Chile.

Mi tesis se sostiene en la evidencia empírica. Por ejemplo, analicemos las comidas. Si usted le pregunta a alguien sobre nuestras comidas típicas, siempre obtendrán los primeros dos lugares la empanada de pino y la cazuela, dos comidas mal diseñadas, a pesar de contar con todos los ingredientes necesarios para obtener un mejor resultado.

La cazuela no es un plato normal. Un plato de sopa, y dentro de él, un trozo de carne o un trozo de pollo con el hueso incluido y una coronta de choclo, todo esto acompañado con una ensalada chilena (que más pues..). Corte usted un trozo de carne muchas veces unida a un tremendo hueso que sale del plato, sobre la sopa. Con suerte no se salpica. Las comidas normales no se diseñan de esa manera.

El triste espectáculo de ver a algún comensal introducir la mano en la sopa para sacar la coronta de choclo es penoso. Solo superado por el espectáculo de comerlo con la mano. Y luego el broche de oro que he visto en más de alguna ocasión. Luego de beber la sopa, y sin una pizca de remordimiento, vergüenza ni consideración por los comensales, un tremendo cucharon de ensalada es depositado sobre la papa cocida, el trozo de zapallo y el arroz molido ¡Que asco!

Las comidas normales son diseñadas de tal manera que el comensal no tenga la necesidad de perder la dignidad al engullirla. Trozos de carne a la medida de la boca. Verdura trozada de manera racional. La sopa es sopa, y se presenta separada del plato de fondo. Nada de luchar contra el hueso de la carne sobre un plato de sopa ¡Es demencial!, como hecho a propósito para destacar la ignorancia o la mala leche de la cocinera. La mano no se debe introducir en el plato, para eso existen los cubiertos, o servicios, como quieran llamarlos ¡También existe el plato de ensalada!

Ni hablar de la deliciosa empanada de pino. Fue diseñada por el inconsciente colectivo de un pueblo criminal, vengativo. A nadie en su sano juicio se le ocurriría introducir una aceituna con cuesco dentro de un bollo de masa. Comer una empanada se transforma en una especie de operación comando, planificada, sigilosa, peligrosa. Imaginamos un mapa en busca de la aceituna, antes de que ella nos encuentre a nosotros y nos rompa un diente. Dudo que pueda existir en algún lugar del mundo mundial alguna cosa semejante. Hoy fabrican empanadas con aceitunas descarozadas, sin embargo no lo anuncian con un letrero, por lo tanto el intento civilizatorio es inútil, solo podemos confirmar el hecho una vez descubierta la verdad.

En Chile tenemos nobles cocimientos que no figuran dentro de los “top five” de la comida nacional, tal vez por ser normales. Charquicán, porotos granados, pescada frita, tomaticán o hasta un simple ajiaco, pueden ser presentados en una mesa sin aspavientos, devorados con cuchara o tenedor, sin mezclar con la ensalada, sin riesgo de manchar el mantel o la ropa, y sin temer por la integridad bucal.

Pero a un chileno medio no le viene a la cabeza el nombre de estos nobles guisos preparados de manera tradicional, ante la pregunta de cuáles son los dos platos típicos nacionales. Lo llevamos en la sangre, cada vez que optamos por algo, debe ser algo extraño, mal diseñado, mal hecho, con trampa. O sencillamente, a la chilena…