GENERACIÓN CALLAMPA.

Es increíble a lo que hemos llegado. Observamos con desolación como las instituciones -infiltradas desde hace 30 años por las fuerzas marxistas-, son incapaces de combatir la degradación que padecen. La izquierda lo planificó muy bien. Los derechos humanos fueron utilizados como ariete contra las Fuerzas Armadas, relegándolas a un menesteroso sitial de observadores de lo que sucede en el entorno. Ellos colaboraron con escandalosos casos de corrupción y nefastos comandantes como Cheyre. La ex derecha hizo lo suyo, abdicando.

 

La Iglesia Católica dejó de lado su capacidad de influir, luego de los casos de abusos. Hoy, guardan cobarde silencio sobre lo que sucede, abdicando también de sus obligaciones emanadas del mensaje de cristo. No están dispuestos al sacrificio. Son solo un inocuo personal de la Iglesia, meros burócratas asesorados por expertos comunicacionales que les sugieren desaparecer del escenario esperando un olvido que sus enemigos nunca permitirán. Otro éxito de la planificación de la izquierda. Merecido, aunque perjudicial. No confío en los curas, aunque peor es ser cómplices, escondiéndose en sus parroquias.

 

De la ex derecha ni hablar. Solo pequeños atisbos de falso valor, durante los primeros años 90, en defensa de las ideas que aseguran compartir. Muy poco. Luego se sumaron a las mayorías televisivas, callejeras, matinalescas y twitteras, comprando y repitiendo el discurso oficial, palabra por palabra. El enfermo afán de poder de Piñera, y la sumisión de sus lacayos, destruyeron el sector.

 

Medios de prensa y universidades son caldo de cultivo de la revolución, incapaces de combatir a sus propios profesores y periodistas que infiltran e infectan las instituciones, canales, radios y periódicos ¿Y los empresarios grandes? Pues colaboraron con la causa roja abusando de su poder, coludiéndose, amancebádose con los políticos y financiando a los opositores de una sociedad libre. Son responsables fundamentales de lo que ha sucedido.

 

La izquierda, en vergonzosa complicidad con la derecha y las instituciones, arrasó con habilidad en la batalla cultural. Hoy manejan un ejército de burócratas pagados por nosotros, espías y quintacolumnistas que demuelen con entusiasmo el sistema desde dentro, y que ganan el pan de cada día, los 4x4 y sus viajes a Miami, complotando contra las bases del mejor Chile de todos los tiempos.

 

Somos espectadores de un grotesco espectáculo de políticos arrasando con la legalidad; un populacho bárbaro desenfrenado que hace gala de su resentimiento e ignorancia; medios de comunicación que han hecho de la vulgaridad, la farándula y la ignorancia su forma de sobrevivir; la delincuencia dueña de ciudades y campos; gente de bien perpleja y dubitativa; colegios que se han transformado en formadores de vagos, mariconcetes, quejones y sensibles jovenzuelos de poca monta. Un desastre.

 

Yo, avanzado ya en mi cincuentena, conocí un mejor Chile. Mas pobre, mas atrasado, siempre con un atisbo de violencia. También un Chile más amable, donde la gente vivía con más entusiasmo, con más esperanzas. Gente con mas garra, con mas valor para enfrentar la vida. Las nuevas generaciones valen literalmente callampa. Jamás hemos tenido una generación de chilenos con más beneficios, con más posibilidades y facilidades para lograr el desarrollo, con más futuro y a la vez con más desidia; con más desinterés, con más fragilidad emocional y con tan poca templanza. Tenemos una generación mal formada, que no está a la altura de lo que el país requiere para entregarnos un Chile mejor que el que han recibido de sus padres.