LAS DOS ALTERNATIVAS

Hay quienes esperan una avalancha de peruanos una vez que asuma el catedrático Castillo. Yo no creo que debamos alarmarnos tanto, y si así fuera, estaríamos hasta el loly. Barbarilandia ya tiene suficiente con el populacho bárbaro local, mas toda la horda que ha llegado últimamente, entusiasmada con vivir en un país que imita ser del primer mundo. Un par de millones de peruanos pobres y famélicos harían estallar definitivamente este lupanar con vista al mar. Millones de atenciones de salud, millones de cupos en escuelas públicas y millones de “soluciones” habitacionales garantizadas por la constitución de la buena onda. No habrá quien resista esa sangría ¿Pegas? Si, claro, por el mínimo o poco más (para el que la encuentra), y luego a la cola de los beneficios sociales

 

Barbarilandia no puede continuar con la importación indiscriminada de pobres y desarrapados ¿Para que los queremos aquí? ¿Traen plata para invertir? Algunos chilenitos pobrecitos buena ondita aseguran que debemos atraer profesionales. Je…je…je.. ¡Pero si esos son los que más sobran! Chile no resiste mas profesionales, ni puede mantener mas pobres. Lo que Chile necesita es regresar al “modelo heredado de la dictadura”, trabajar en actividades que la gente demande, ahorrar, e invertir en áreas que no sean intensivas en mano de obra barata.

 

Por ejemplo, no es racional importar haitianos para subsidiar a un agricultor que continúa explotando un parronal que no es rentable ¿Cuál es la razón para hacer eso? ¿El resto del país debe entregar salud, vivienda, educación y pensiones a una familia de haitianos para mantener una actividad inviable? Lo lógico es que ese agricultor vaya hacia una actividad rentable, intensiva en capital, de tal manera de poder pagar sueldos con los que la gente pueda vivir sin regalías estatales, o con las mínimas necesarias.

 

El camino que Chile está tomando no tiene más destino que un fracaso estruendoso. La repartija no tendrá límites y no habrá como financiarla. El único camino conocido es el trabajo duro, ahorro, inversión y vida austera. Pero eso no cuadra con nuestra cultura de fiesta perpetua, improvisación, envidia y culpar a los demás de nuestras propias miserias.