REFLEXIONES SOBRE EL BUEN VIVIR (pero no el de la convención)

Extraño a la Chistes. Ya no podré hacer mi apuesta semanal de dos lucas sobre el día en que la dama irrumpiría en la agenda pública con alguna de sus salidas humorísticas. Extraño sus manitas dibujando un corazoncito, sus ataques de risa en los funerales, y sus saludos de “mari mari” en el momento menos oportuno para el gobierno, aunque más que oportuno para quienes hemos tenido un pesado día repleto de injusticias.

 

Reemplazar a la ingeniosa Chistes por la siempre fome Gollum, no es precisamente un aporte a la democracia, sino mas bien un paso atrás en lo que se refiere a la salud mental del chileno medio. El humor nunca está demás. Imaginen a un sacrificado trabajador que regresa a su casa agobiado luego de un mal día laboral y un viaje de dos horas en micro, y al prender la televisión se encuentra con la cara amargada de la Gollum ¿Es eso democrático? No señores, no puede ser, no es manera de gastar nuestros impuestos.

 

Recuerdo que, en el peor momento de la pandemia, Sebastián nos entretuvo con aquellas protocolares conversaciones entre la señora Daza y el ministro Paris, que más bien parecían un desopilante dialogo entre Andrés Rillón y Julio Jung. Y como si eso fuera poco, también contábamos con la subsecretaria de prevención del delito, la inspectora Katherine Martorell, siempre dispuesta a encarcelar a vecinos sin mascarilla o a encerrar con cintas amarillas boliches que atentaban contra el protocolo sanitario. Se agradece la preocupación.

 

¿Qué sería la vida sin humor?: Solo una cadena interminable de miserias. Siempre he intentado convencer a la patrona que vivir amargada no tiene precio, y amargar al resto es aún peor, aunque debo admitir que los resultados de mi emprendimiento han sido paupérrimos. No he sido capaz de hacerle entender que no podemos ir contra ciertas leyes naturales que como diría el bueno de Thomas Jefferson, son evidentes:

 

-Lo que funciona, no lo arregle.

-Donde no hay un problema, no lo arme usted.

-Si puede quedarse donde está, no se mueva del lugar.

-Si no necesita algo, no lo compre.

-Si no sabe qué hacer, no haga nada, no improvise.

-Si se le ocurre lo que usted supone es una brillante idea, reflexione antes de ponerla en práctica.

-Si puede tratar bien a la gente, no la trate mal, de usted depende.

-Cuando yo le diga algo, hágame caso.

-Y cuando no le digo nada, hágame caso también.

 

 

Podría apostar que, en la mayoría de los hogares del país, incluyendo todos los quintiles (así creo que se dice), todo ha empeorado desde que la doctora Chistes, el doctor Paris, la señora Daza, la inspectora Martorell y Morandé con Compañía salieron de pantalla.

 

Aquí por lo menos, solo las teleseries turcas salvan la plata, y no sabemos hasta cuándo. Estará de Dios.