ARGENTINA PROFUNDA

No debe extrañarnos que a pesar de todas las penurias que nos aseguran se viven en Argentina, el candidato del gobierno, el candidato del kirchnerismo, el mismísimo ministro de economía que ha llevado -no solo él- al país a una inflación del 150%, obtenga la primera mayoría en la elección presidencial. Y obtiene esa primera mayoría sobre el candidato que se supone terminará con los excesos que empobrecen a la población e impiden el desarrollo de la empresa privada.

 

¿Cómo es posible que esto suceda? Me parece que la respuesta es muy simple, la gente no quiere cambiar el único sistema de vida que han conocido ellos, sus padres y sus abuelos. Y no lo quieren cambiar debido a que viven de él. Y menos aún por algo que no entienden ni saben si funcionará y cuando lo haría. Algunos dirán que malviven de él. Mmmm…, no lo sé, yo diría que viven de él, sobreviven dentro de él, se acostumbran a él, parasitan de él, y si bien no es mucho lo que reciben a cambio de su voto, parece ser suficiente para la gran mayoría de la población.

 

¿Y si llega la derecha y nos quita lo poco que tenemos?, dirán millones de argentinos. Y es cierto, ¿qué harían sin lo poco que tienen algunos, lo un poco más que poco que tienen otros y lo mucho que tiene más gente de la que nos imaginamos? ¿De donde sacarán más de lo que hoy tienen y además debiendo trabajar?

 

Los pobres viven del estado, la supuesta clase media lo es gracias a los beneficios del estado; los empresarios subsisten gracias a los subsidios que obtienen del estado, y que compensan a medio morir saltando lo que el mismo estado les roba. Y los grande empresarios -lo sabemos- viven de la corrupción, el contubernio con los políticos y la protección de aranceles hechos a medida de sus necesidades.

 

En un país con tanta gente viviendo de lo ajeno, con tanto pensionado, con tanto estudiante que no paga la universidad, con tanto pobre, con tanto funcionario público, con tantos millones que viven de la mentira, de las vueltas de la vida, de la movida estratégica, del paro y la toma; y con tanto miedo a perder los beneficios que acostumbran a recibir, no es fácil proponer una aventura a largo plazo si las necesidades urgentes deben ser solucionadas ayer, y el pájaro en la mano vale más que cien volando.

 

El miedo a que la derecha recorte beneficios es feroz; el peso social de la gente que vive de los demás es demoledor. El negocio del clientelismo electoral es ya una forma de vida. Yo te doy y tú me das y entre ambos le robamos a los demás.

 

La ignorancia, la necedad, el oportunismo, la corrupción, las reales necesidades de sobrevivencia, esa idea tan arraigada en nuestras poblaciones de que la vida y, por lo tanto la economía, es un terrible negociado de suma cero, es decir, que para que alguien gane otro debe perder, impide el normal funcionamiento de los países ya que impide la normal y sana relación entre las personas. La idea es robar antes de que otro se apresure y se lo robe primero, o se avive y nos robe a nosotros. Es la cultura de la avivada, del robar para repartir y el votar para recibir una parte del botín.