EL PLAN PERMANENTE DE LA IZQUIERDA

Todo lo que ha sucedido después del rechazo a la constitución de los psicópatas ha sido un tongo. El Merluzo y compañía, sin constitución comunista, sin mayoría en el congreso y sin el suficiente apoyo populachero para llevar a cabo su proyecto totalitario (más que nada por miedo a pagar una parte del costo revolucionario), se guardan para más adelante, cuando los vientos vuelvan a cambiar de dirección. Siempre lo hacen.

 

No se engañen, el Merluzo y su banda de ladrones no se han moderado, ni han virado hacia el centro, ni han recapacitado sobre sus miserables fechorías. Solo ganan tiempo.

 

El hecho de haber estado a un paso del desastre no tiene la menor importancia para la gran masa, para el populacho que ante todo es bárbaro, vil, zafio, inculto, envidioso y rabioso. Aun hay ricos por ahí y deben ser robados a como de lugar. Da igual que por esta viciosa visión de la vida todos nos vayamos a la misma mierda. Como dice aquel certero refrán, hay quienes con gusto quedarían tuertos con tal de ver al otro ciego.

 

Nada de esto hubiese sido posible sin un pueblo sin conciencia moral, y con el sentido común perdido entre las tinieblas de la envidia y la rabia. Una sociedad donde el catolicismo ha causado estragos al considerar el hurto y la mentira como pecados veniales no tiene más futuro que la mediocridad permanente y la barbarie como método de obtener lo ajeno.

 

Sabemos que la labor principal del negocio político regentado por criminales de todo tipo es fanatizar a la gente diciéndoles cosas absurdas y aberrantes, que buscan justificar acciones aun más absurdas y más aberrantes.   

 

Políticos delincuentes tirando palos a la hoguera de la envidia y el resentimiento, es el pan de cada día de este frívolo jueguito democrático basado en papelitos con rayitas que se colocan en cajitas cada cuatro años.

 

La excusa para el latrocinio es la justicia social, comprendida en estos tiempos como robarles a unos (los malos, los ricos) para darle a otros (los buenos, los pobres), llevando a cabo el siniestro plan de acuerdo con la legalidad vigente, que nace de la voluntad mayoritaria que olvida a propósito la ley natural y la naturaleza de las cosas, igualando el bien con el mal y la verdad con la mentira; para así, empoderados a la mala, poder venerar lo grotesco, festejar lo absurdo y justificar lo injusto.

 

El resultado de toda esta salvajada -lo sabemos- no es la justicia social, sino la instauración de una dictadura totalitaria no que no es justa, ni social, sino abusiva y muchas veces irreversible, en la que castas criminales controlan a la población para robarles la vida, la hacienda y la dignidad que algunos ya han vendido al mejor postor.