AMIGOS DEL ALMA.

Los hipócritas de Barbarilandia, es decir casi todo el país, nuevamente están atorados haciendo gárgaras. Los hipócritas siempre están anonadados por algo que todo el mundo sabía, incluso ellos.  

El turno de crucifixión pública le corresponde a otros dos hipócritas, los cardenales Ezzati y Errazuriz. Berrios, Baranda y el resto de los curas y laicos zurdos, quienes se erigen como niños símbolos de los hombres buenos y santurrones de Chile, hacen las veces de soldados romanos clavando a las víctimas en la cruz.

Es sabido por todos, inclusive por Berrios y Baranda por supuesto, que la iglesia no comulga con el cura marxista Felipe Berrios, prueba de ello fue su retiro forzoso a África, con la esperanza de que un león hambriento o algún negrito caníbal aún más hambriento se hicieran cargo del problema. Pero el problema aún persiste, y está de vuelta en Barbarilandia.

¿Quién se extraña de que la jerarquía de la iglesia en Chile no quería a Berrios como capellán de palacio? ¿Se lo imaginan pontificando a diario, es decir, haciendo política partidista a diario?. La izquierda, tan dada a separar la iglesia del estado, y con justa razón (aunque ellos lo hacen por otros motivos, no los correctos), no hubiese tenido problemas con un triste espectáculo como ese. Los tontos útiles y los compañeros de ruta siempre son bienvenidos; hasta que comienzan a molestar, claro.

Sobre la designación de Juan Carlos Cruz, uno de los denunciantes del cura Karadima, como integrante del Consejo Pontificio sobre el abuso sexual, tampoco hay dudas; no es posible designar a un activista absolutamente parcial en ese consejo, sería equivalente al juez Solís en derechos humanos, con todo y su “ficción jurídica”.

¿Qué opinarían Berrios, Baranda y Cruz si designan en el mismo cargo a algún denunciante del cura Precht, que dicho sea de paso no tiene película ni se ha vuelto a hablar nunca más de él en la prensa? ¿Por qué los medios no hacen escándalo nacional con el cura rojo si estaba dedicado a menesteres bastante similares a Karadima? ¿Por qué no designaron en DD.HH al ministro Pfeiffer, en lugar de Carroza o Solís? ¿Por qué Berrios y Baranda no le piden al Vaticano que retire de los altares a “san” Alberto Hurtado, basados en la denuncia de Jorge Edwards? ¿Es posible seguir venerando al encubridor de un pedófilo? Es hipocresía, la que por supuesto es parte de la personalidad de quienes se venden como autoridades morales sin serlo.

Desde tiempos de Maricastaña, específicamente desde que Platón y Aristóteles expusieron sus opuestas opiniones sobre la justicia y la equidad, lo que hoy podemos resumir como la famosa disyuntiva entre igualdad y libertad, el tema no ha llegado a su fin y sigue permeando todas las capas de la sociedad. La iglesia no es la excepción. Todo este lio es político e ideológico, no religioso, y por supuesto, no tiene nada que ver con las costumbres sexuales de Karadima, de Cruz y del resto de sus seguidores que ya siendo peludos y hediondos accedían a los pedidos del curita. Que no se hagan los tontos ahora, porque Karadima no es ni más fanático ni más desviado que ellos ¿O los tenían a la fuerza en esa parroquia?.