RESPETABLE PÚBLICO.

Creo que las dos estupideces más “freak” de este gobierno han sido el “Comando jungla” y el “Presidente Encargado”. No había visto cosas más raras desde que se derritieron las canchas de nieve de Joaquín Lavín en el tibio invierno de Santiago Centro.

A veces, cada día más seguido, la política chilena se parece más a esos circos antiguos donde la mujer barbuda, el hombre de goma y el traga sables entretenían al respetable público que pagaba su entrada al bizarro espectáculo.

Piñera me recuerda al señor Corales; Bachelet a la viejuja que ve el futuro en las cartas; y Lavín puede ser el Toni del circo. Navarro, el enano deforme. El primo es el domador de fieras sin dientes. La Morticia se personifica a sí misma. No faltan voluntarios para el cupo de cajero, vendedor de cuchuflís y aseador de baños, todo al mismo tiempo, muchos harían lo que fuera para llegar “a la cima”.

El respetable público a veces aplaude a rabiar, luego bostezan, después se aburren, hasta que el dueño del circo inventa un nuevo espectáculo que ponga de pie a quienes pagan su entrada. Un tigre devorando a su entrenador, un trapecista que cae al suelo y es recogido con pala y escoba. No solo de pan vive el hombre, el circo y un poco de sangre ajena nunca vienen mal, todos lo sabemos y muchos viven de enervar los bajos instintos de la plebe.

Mientras tanto, allá afuera la vida sigue su curso. Cientos de miles de miserables continúan su invasión, degradando el mercado del trabajo, inflando los arriendos, colapsando consultorios, y si tiene suerte, les llegará una casita sin costo. Los cabecillas del terrorismo sureño exigen el reconocimiento constitucional de los aborígenes, mientras el país completo no sabe que pasa en Cataluña a propósito de estos jueguitos raciales. Y ni hablar de los jesuitas, aun espero que ruede la cabeza de algún cura famosillo, de esos que apunta el dedo hacia los demás mientras mantienen cadáveres en el armario.