EL VUELO FINAL DE SEBASTIÁN.

Uno de los grandes inconvenientes para la restauración del orden público es la estatua de Sebastián. Si el Administrador Provisional saca a los militares a pegar tiros de una vez por todas, se queda sin estatua y tendrá al corrupto Juez Garzón tras sus pasos hasta la tumba. Esta es la razón por la que prefiere que Chile arda por los cuatro costados y millones de personas vivan a saltos y gritos. Él no se merece quedar sin estatua, según él mismo. Sería una buena idea para los partidarios del orden, ofrecerle una estatua a Sebastián a cambio de desaparecer del mapa. Yo, aunque soy partidario del caos y la estatua de Sebastián no me interesa, igual les daré algunas ideas.

En primer lugar, podrían costear por erogación popular una estatua para Sebastián, en vida, ahora mismo, a cambio de su renuncia a continuar administrando La Moneda en nombre de la oposición. Propongo una estatua ecuestre, pero no con caballo, sino con un Pegaso, y en lugar de ver cabalgar a Sebastián por las anchas alamedas, podríamos observarlo volar con destino incierto. Digamos que puede volar de Chile, tal vez a las Islas Vírgenes. En Argentina utilizan helicópteros. Aquí será más parafernálico, al estilo payasesco. Lo fue durante su campaña, también durante su gobierno y no sería él de no hacerlo en la escapada final. Sería un vuelo con estilo.

La estatua se titularía “el vuelo final de Sebastián”, y la podría diseñar algún artista comunista. No creo que sea posible ubicarla frente a la de Salvador, como siempre fue el anhelo no oculto del prócer. Tal vez en el Zanjón de la Aguada, hoy parque Víctor Jara, o en el barrial norte del rio Mapocho, ex parque Renato Poblete, hoy sin nombre por razones de fuerza mayor. Digno destino para la estatua de quien trató por todos los medios posibles e imposibles, agradar a la extrema izquierda.

Imagino a Sebastián sobre el Pegaso vestido con el frac que utilizó el día aquel que congenió con Greta, su amiga ocasional. Su mano derecha apuntando al horizonte, en una posición tipo “Plus Ultra”, y con la otra blandiendo el papelito de los “33”. Una sonrisa de oreja a oreja y, adosada en el pedestal, una latita de broce con una frase compuesta de tres adjetivos. Propongo “nobles, grandes y hermosos”.

Seguramente Sebastián no accederá en primera instancia a tan majestuoso privilegio, intentando obtener una mejor negociación. Es probable que envíe en su nombre a Andrés, o a algún asesor del segundo piso, o intente conseguir información privilegiada sobre el tema. No importa, será inconducente, ustedes deben ponerse firme y advertirla que o acepta la estatua que le ofrecen ahora, o se queda sin nada. Yo creo que aceptará.