MI GORRO DE TRUMP.

Vamos viento en popa. El retiro del famoso 10%, que según el ministro Briones será para muchos el 44% de sus ahorros, ya parece ser un hecho. Los senadores de la República Bananera de Barbarilandia aprobaron el primer paso para hacer realidad el regalo de navidad anticipado, según me informé gracias al caceroleo de algunos enfervorizados vecinos. Hoy conversamos con la patrona, mi hermana y mi cuñado, por zoom. Todos retirarán el dinero, y por la misma razón. Quieren salvar el 10%, ante la posibilidad de que el día de mañana los políticos roben el saldo. Es como salvar los muebles durante el incendio. Algo es algo.

Yo no tengo mucho dinero en la AFP, pero haré lo mismo, total, qué más da a estas alturas. Solo espero que podamos hacer el trámite por internet, ya que no haré una cola para regresar con el dinero en el bolsillo y una dosis de Coronavirus en el güergüero. Retiraré el dinero, lo dejaré en la cuenta corriente y lo entregaré paso a paso al Jumbo. No va durar mucho que digamos, aunque peor es nada.

También conversamos sobre la inmigración a algún lugar del orbe. Mi hermana prefiere el país europeo donde tenemos doble nacionalidad. Yo lo desecho de plano, e insisto en USA, aunque no veo como obtener la residencia. Les comenté sobre Panamá, y el griterío no se hizo esperar. Mi hermana le informó a la patrona sobre hormigas gigantes, serpientes venenosas y alimañas de todo tipo y calibre. Intenté explicar que solo se trata de una residencia fiscal que puede ampliarse a una residencia total en caso de que los comunistas chilenos nos obliguen a ello. No hubo caso. Pues ellas que se queden con los comunistas y yo con las hormigas gigantes.

Me enteré que mi cuñado ve el programa de Villegas y pretende conocer más de cerca “Invierta en USA”, el auspiciador del programa. El miedo, y la desconfianza en la muchedumbre desencajada cunden como la espuma, y eso que aún no estamos en plena asamblea constituyente con la respectiva revolución en las calles. Mucha gente pretende hacer liquidez y largarse de este largo y angosto lupanar con vista al mar.

Esto se ve turbio. Espero que lleguemos plácidamente a algo entre Argentina y Brasil, un paisucho de mierda como el que siempre fuimos hasta la revolución gloriosa, y que no creo volvamos a ver. Ir más allá sería demencial. Veremos que sucede. Tal vez no me encontraré con Hugo en Barcelona, rodeado de arios de raza superior, aunque podría ser con su hijo, en Oklahoma, quien supongo compró el gorro de Trump que le encargué. Llegando allá se lo pago. Y si puede conseguirme un tazón, mejor aún.