LAS PIEDRAS DEL RÍO MAIPO.

M. J. Ossandón, el “con calle”, el denunciante pertinaz, el “social”, el paladín de la justicia, el azote de las injusticias, el personaje que repitió “no más abusos” hasta el hartazgo, el que denunció corrupciones al por mayor, ahora está acusado de corrupción. Ya saben, hay un político, el político tiene un hijo, el hijo tiene una empresa, la empresa hace negocios, el político hace un par de llamadas, pide un par de favores y, como que no quiere la cosa, salta la liebre. Esta vez no eran luminarias, era ripio del rio Maipo ¿Quién tira la primera piedra?

Ossandón nos advierte de una conspiración en su contra por parte de una derecha que no le perdona ser tan “social”. Yo creo que no lo acusaron de corrupción por lindo, como al otro. Ossandón asegura que fue por hocicón. Veremos qué pasa. Si el chanta del MEO anda paseándose por los matinales luego de la estela de corruptela que deja en su camino, y los jesuitas continúan como no hubieran violado a nadie con la complicidad de los pastores que sabían menos de lo que pasaba en sus colegios, que lo que la señora Jeria sabía que pasaba detrás del muro, seguramente el “social” pronto estará apuntando su dedo y su hocico acusete otra vez. Lo que sobran son piedras en el rio.

Este ejemplo de santurrón caído, nos recuerda que el cinismo es preferible a la hipocresía; que se puede confiar más en un pecador redimido que en un santo inquisidor; y que después de todo, no somos más que humanos, de los de verdad, nada parecido al hombre nuevo de los comunistas fanáticos del mas acá, ni del hombre aspirante al cielo de los fanáticos del mas allá. Espero que a Ossandón lo midan con la misma vara con la que él midió a lo demás ¿Justicia divina?

Ossandón, además, no es tan machito como se autoproclama. No asistió a la votación  que nominaba al nuevo integrante de la Corte Suprema, provocando el rechazó por un voto (el suyo) aduciendo secuelas del coronovirus. No le creo. Pienso que no se atrevió a asomar su cabeza ante sus amigotes de los matinales.

La hipocresía vale callampa, como dirían ahora, “venga de donde venga”.