LOS CAMIONEROS, SEBASTIÁN Y UN KILO DE ARROZ.

Guateó el parito de los camioneritos. Nadie los apoyó, ni siquiera sus colegas que circulan por territorios aún más calmos. En Barbarilandia cada uno mata a su toro. Y así, esperando a que la degradación del país no los alcance, sueñan con la llegada del paraíso terrenal que les robarán siempre a los otros para darle siempre al que pide.

Voy a patentar eso de tener siempre la razón, aunque la patrona no concuerde con la publicidad que gratuitamente y desvergonzadamente me hago. O sumándome a don Hermógenes, diría que el principal defecto de los chilenos es que no nos hacen caso, a ambos dos, como decía no recuerdo quien.

Los camioneros lograron algo que no esperaban, están peor que cuando comenzaron. Antes del paro millones de chilenos los ignoraban, hoy los odian, gracias a la propaganda mediática y sus imprudencias. Ahora saben que el populacho bárbaro no los apoya, porque a nadie le interesa cuantos camiones quemen allá tan lejos, más aun si nos son propios. Toda la crápula política es cómplice, tolera o al menos teme a los no-terroristas. El flamante ministro Pérez espera una acusación constitucional. A Sebastián no lo tocarán por el momento, es el mejor administrador provisional que pudieron encontrar y nadie quiere hacerse cargo del problema. Además ahora lo tienen entretenido jodiéndonos diariamente durante el almuerzo, y como la patrona, que es la administradora, aunque no provisional de este humilde y pinochetero hogar insiste en mantener el caja tonta encendida todo el día, me mano a Sebastian, sus proezas, sus poemas, sus arengas y sus payasadas sin anestesia.

A propósito, hoy apareció Sebastián en modo Chavez, dictando catedra barata con una estantería de mercadería de fondo, como escenografía. Creo que eran bolsas de arroz, o algo así. Mañana le toca a las botellas de aceite. Tal vez este pajarraco también habla con el pajarito, que a estas alturas al parecer lo asesora en formas creativas de hacer ridículo mientras da vergüenza ajena. Siempre he dicho que estuvimos a una mordida del lobo de mar de salvarnos de este malestar, pero la presa logró escapar a tiempo y ha vivido demasiado para seguir contándola.

Los compañeros periodistas le preguntaban al hoy arrepentido y complicado dirigente de los camioneros puras leseras, mientras él contestaba otras tantas. Nadie se refirió a la única pregunta necesaria: ¿Que harán luego de la próxima quema de un camión? ¿Un nuevo paro, esta vez nacional y en serio, o a aguantar no más? Espero la respuesta, sentado por supuesto.

Espero que durante el almuerzo de mañana Sebastián recite a don Nicanor: “Chao y perdón si me excedido en el uso de la palabra”.