FELIZ NAVIDAD A TODOS.

En RN está la casa de remolienda. Unos se van, otros dicen que se van a ir, otros no saben si se quedan y ya tienen como cinco o seis candidatos presidenciales, aunque no tienen votos ni para ganar una primaria. Ahora piden la cabeza de don Carlos. Están los que defienden al gobierno de excelencia 24/7 y los que lo critican. Además, prendieron el ventilador Allamand y Ossandón, quienes barren a diario con el payaso. ¿De quién fue la culpa de la debacle?. Casi todos apuntan al gobierno.

La UDI ha sido más moderada. Aun no se va nadie, las declaraciones son más bien institucionales y no tan estridentes como las de sus socios a la fuerza; se ve que don Jovino y don Pablo tratan de amarrar a los sabuesos. ¿De quién fue la culpa de la debacle?. También apuntan al gobierno, aunque no tiran a matar. Pienso que la UDI saldrá fortalecida de esta razzia si juega bien sus cartas. No hay que odiar al enemigo porque nubla la razón.

De todo lo que se ha dicho me quedo con las declaraciones de hoy de la nueva senadora por la octava región, doña JVR: “Por respaldar al gobierno, la UDI perdió su línea propia”. Listo, ¿para qué más?. Aquí se resume todo. No hay para que terminar a cuchillazos en público, basta con tener claro el diagnóstico y las agallas suficientes para enmendar el rumbo sin importar el costo inmediato. Esta mina tiene “enjundia”, no se pasea por Alonso de Córdoba y ha metido las patitas en el barro de Concepción; no hay que descartarla para el 2017.

La frase de doña JVR está para la ocasión. Le mandaría una tarjeta a todos los miembros de la UDI, y a toda la derecha “de a de veras”: “Le deseo una feliz navidad, y un próspero año nuevo en que no deberá respaldar a Piñera ya que perderá su línea propia”. ¿Qué tal?. Y el que no le entienda que vaya a Evopoli.

Bueno amigos pinocheteros neoliberales y fascistas, y también a mi otros amigos humanoides y marxistas leninistas. Pórtense bien los weas; celebren la navidad ya sea para recordar el nacimiento del gran jefe, o para abrir la camisa con ticket de cambio de Ripley que les van a regalar. Coman y tomen, pero con moderación; jueguen con los cabros chicos; no peleen con la vieja; y las mujeres, aunque sea por hoy no hueveen al marido.

En navidad siempre recuerdo a mi abuela que ya no está y las fiestas de fin de año que celebrábamos invariablemente en su casa. Nos quería a todos juntos, moros y cristianos, compartiendo lo que había y sin pretender lo que no se tenía; nos contaba historias en su idioma natal; teníamos una navidad con una mezcla de las tradiciones de allá y de acá, un poco de todo que terminaba siendo una sola cosa.

La abuela nos enseñó la tolerancia y la decisión para defender las ideas en la que uno cree a pesar de los costos; dos cosas que no son incompatibles. Nos enseñó que el bien y el mal están repartidos uniformemente en todos lados, en cada uno de nosotros; que todos juntos somas más que cada uno de nosotros; que la guerra es mala y que el odio es peor porque lleva a la guerra.

Ella, mujer de campo de la Europa de principios del siglo XX vivió la guerra, el hambre, los campos de refugiados y el exilio; y agradecida de esta tierra que la recibió junto a su familia sin hacer preguntas se volvió “más chilena que los porotos”. Mi abuela solo le temía a que el odio le ganara la guerra al amor, todo lo demás tenía solución en esta vida.

Vivió los bombardeos de alemanes y rusos; vio cómo se mataban entre hermanos por sus ideas; nos contó como muchachos de no más de 17 años eran mandados al frente para ser carne de cañón de sus ideas y de la de los otros; presenció cómo familias se separaron para siempre; comprobó que todos matan y todos mueren; que la inocencia es la primera víctima de lado y lado. Mi abuela fue socialista hasta el último de sus días aunque jamás nos contó una historia a medias, nunca nos inculcó ningún tipo de odio ni resentimiento, ni se victimizó. Nunca culpó a los otros, llegando a reconocer sus buenas obras. Jamás renunció a su sueño de crear un mundo mejor, sin pobreza, sin miseria, sin sufrimientos innecesarios, un mundo más justo construido por todos y para todos. Volvió a visitar su tierra después de más de 30 años y regresó contándonos que el mundo que ella soñaba era posible, y que los otros, sus rivales de antaño lo habían logrado construir. Mi abuela no era ideológica, era idealista y a la vez pragmática. Mi abuela buscaba el bien. Yo pude crecer libre gracias a su sabiduría y su amor a la verdad. Será por eso que la admiro y la extraño.