A TI TE DIGO, CONCH........

Varios gremios han reclamado por la nueva ley de etiquetado de alimentos. Me imagino que nuestros honorables pedigüeños de “moneas” intentan etiquetar un tarro de duraznos o un chocolate con figuras propias del quinto infierno. Así como en las cajetillas de cigarrillos aparecen enfermos de cáncer terminales y otras linduras entubadas, seguramente nos tendremos que acostumbrar a observar obesos mórbidos, insulinodependientes inyectándose y, tal vez, si el Senador Girardi lo logra, la fotografía de algún fulano de color verde con tres orejas producto de la contaminación con cadmio. Todo esto en el envoltorio de un Súper Ocho. No hay salud.

Chile se está convirtiendo aceleradamente en un país de mierda. Cualquier día de estos tendremos que ocultarnos de la autoridad fiscalizadora para devorar unas prietas con puré; un sánguche de arrollado y ají; una torta de hojaldre, manjar y crema pastelera o simplemente una refrescante Coca Cola. Ni hablar de tomarnos un copete tranquilos en la terraza del departamento, siempre existirá algún inspector municipal observando nuestro ilegal ejercicio de la libertad mientras se embolsa unas cuantas horas extras financiadas con nuestro dinero. Así no hay quien viva.

Estas actitudes inquisidoras se encuentran dentro del contexto de esta ola de protección obligatoria e irrenunciable con que los que saben mejor que nosotros lo que a nosotros nos gusta y nos conviene, nos obligan a vivir como ellos mismos no viven. Esto se parece a las boletas ideológicamente falsas que los políticos utilizan para ganar elecciones y parar la olla en sus casas de Vitacura y Las Condes, mientras clausuran por evasión tributaria el boliche del señor Moya por no dar una boleta de dos lucas.

Como yo soy más porfiado que la chucha, y pruebas de ello abundan, voy a seguir comiendo lo que me dé la gana cada vez que quiera, aunque el envoltorio me provoque ganas de vomitar y arrepentirme, y me muera antes de tiempo, aunque dudo de esto último, ya que mientras existan la salud particular con fines de lucro y las pastillas para combatir la presión y el colesterol, puedo seguir comiendo como a mí me gusta.

No estoy dispuesto a vivir mi vida como se le acurra a algún maldito burócrata pagado con mis impuestos, ni voy a dar mi brazo a torcer sin antes mandar a la conchesumadre a cada huevón que se lo merezca.