NO TE CREO.

Todos o casi todos mis amigos pinocheteros de este Blog insisten en sus contradicciones. Son capitalistas, aunque pretenden que los parlamentarios trabajen gratis; creen en la libertad por sobre la igualdad, aunque no le pagarían un puto peso a un parlamentario, sea este Navarro o Buchi. En opinión de mis amigos pinocheteros todos somos iguales (menos ellos, claro). Son más igualitaristas que la Camila Vallejo y su mino cubano. Creen en la existencia de la utopía.

Mis amigos pinocheteros creen en la patria; yo no. Creen que inmolarse es bueno; yo no. Creen que tirando del mantel, si bien no todos ganan, al menos todos pierden, y que eso es bueno; yo no. Creen que alguien está dispuesto a trabajar gratis, a madrugar por amor al arte; yo no, al menos no alguien electo popularmente..., ni el resto.

Desde que el ser humano sale de las cavernas y comienza a construir una vida en sociedad, desde que el hombre sale a cazar y la mujer lo espera en la cueva manteniendo el fuego encendido, comenzamos a crear una cultura, una identidad. No es lo mismo ser de los de acá o de los de allá. Por eso unos festejan unas cosas en torno a un curanto en un hoyo, otros celebran otras cosas en torno a una paella y otros unas distintas en torno a una par de salchichas bratwurst con chucrut y papas cocidas.

La civilización, esa construcción humana consistente en unir a la manada en torno a algo, y así entregarles una identidad por la cual vivir y morir, no es más que eso, una entelequia creada por quienes controlan a la manada y la entregan a sus súbditos, creyentes, ciudadanos o votantes. Es esto o el caos; es la semi barbarie o lo barbarie.

Los siervos de la gleba, la muchedumbre, el populacho bárbaro, la masa en general, no pueden vivir sueltos, necesitan encontrar un sentido a la vida, y ahí aparece el cura prometiendo una vida eterna; el político ofreciendo el paraíso terrenal; los mismos políticos ofreciendo una patria por la que tendrán que pagar impuestos y morir para que el resto pueda seguir viviendo sobre su esfuerzo y sus cadáveres, y el jefe o patrón ofreciéndoles clases de zumba a la plebe y un trato entre hipócrita y familiar a los ejecutivos de los cuales depende, aunque ellos no siempre lo saben.  

Yo no me compro este cuento. No creo en vidas eternas, no me arriesgaría a sufrir ni un solo rasguño en nombre de la patria para que luego otros se queden celebrando la victoria en mi nombre, y como no tengo jefe, me conformo con no ofrecerles a mis trabajadores nada más que lo real, un sueldo a cambio de su tiempo. No trabajaría gratis ni espero que alguien lo haga por mí.

Como ya lo saben, opino que más allá de mi familia y mi bolsillo, no hay nada. Vive, deja vivir y no dejes que te manipulen con falsa sonrisas y cuentos chinos.

Y los más importante, cuando vean a alguien llegar sin que lo llamen y portando una gran sonrisa, más aun si les ofrece algo por su propio bien, ¡huyan, mientras tengan tiempo! Nunca participen de un negocio que no conozcan.