DIFÍCIL NIÑEZ.

Nadie estará a salvo en esta democracia participativa, igualitaria, amorosa y cuidadora de imbéciles que no quieren sufrir entre tanta realidad. En primer lugar deberá tener la suerte de que no lo aborten. Luego, si logra nacer y su madre, quien es dueña de su cuerpo, lo tira en un hogar del Sename para que lo violen y lo torturen, aún le queda la posibilidad de que lo adopte Rolando Jiménez y lo crie acostumbrándolo a que todo en la vida se soluciona tratando a los demás de fachos, chillando y funando a discreción. Así se convencerá que la libertad de expresión existe siempre que usted comulgue con las ideas de moda de los grupos de poder.

Y aquí no termina todo esto. Fíjese que estará obligado a asistir a un colegio donde una horda de profesores comunistas que no saben las materias que debieron a aprender no en el pedagógico, sino en el colegio, lo adiestrarán en los misterios de la revolución y la verdad oficial diseñada por el Ministerio de Educación Marxista. Todo esto previo paso por una tómbola.

En la escuela ya no le enseñarán filosofía ni historia, y al parecer tampoco ciencias, no sea cosa que comience a pensar y se transforme en un elemento peligroso para el estado benefactor, aunque le enseñarán a conocer su cuerpo. Por ejemplo, le explicarán que usted no es nace niño ni niña, sino lo que usted quiera ser. Si usted tiene pirulín pero se siente mujer, es niña; y si usted tiene lo que tienen las mujeres más el pelo largo y ganas compulsivas de conversar, pero quiere jugar a ser hombre, pues es hombre y puede participar en el equipo de rugby de la escuela sin que puedan discriminarla (o discriminarlo, ya me enredé…).

Y no se quejen, porque todo esto es gratis, y porque es un derecho que le sucedan todas estas cosas. No sea mal agradecido, hay políticos que están trabajando por usted, a pesar de que en la empresa privada ganarían mucho más dinero, o al menos eso dicen. Digamos que se sacrifican por su causa.

Son las peripecias de la tierna niñez.