NADA CLARO.

Estaba anunciado desde hace semanas y hoy se concretó. Chile sufrió una rebaja en la calificación de riesgo. Terminar la obra inconclusa del beodo tiene sus costos. Veremos donde queda nuestra clasificación de riesgo, de seriedad, de racionalidad y de lo que sea, una vez que la jauría comience con la añorada nueva constitución hecha a mano alzada y danzando a poto pelado en Plaza Italia mientras chupan como demonios. Cada día puede ser peor, dijo alguna vez la ayudista del MIR. Parce que ya sabía lo que vendría.

No todos están preocupados. Los impuestos se continúan cobrando y el asalto a mano armada al erario nacional sigue adelante. La dotación de funcionarios no para. La avalancha de papers no tiene fin. La Alianza Público Privada tiene larga vida. Aunque ya llegará el momento de llorar, mientras tanto, el que puede agarrar que agarre antes de que la leche de la gran teta deje de manar.

A la que no le preocupa la clasificación de riesgo es a la cabrita que se enamoró perdidamente del “Alerzi”. Dicen que las mujeres se fijan en la  mirada, las manos y la voz de los hombres. Así pueden averiguar si usan lentes Gucci, reloj Rolex y si escuchan algo como “pídame lo que quiera mi amor”. Las mujeres son muy sensibles, no como nosotros que somos y seguiremos siendo unos brutos.

Así las cosas, no podemos pedir que Chile no sea considerado un país más riesgoso. En Barbarilandia no sabemos qué dirá la nueva constitución; ni las verdaderas intenciones de la novia de Alexis; y es un poco enredado no saber si somos hombres o mujeres realmente, ya que nacimos antes de la ideología de género. Y ante cualquier duda de estos u otros temas nos responden muy sueltos de cuerpo con una posverdad, que al parecer vendría siendo como una mentira dicha de forma políticamente correcta. A mí no me gustaría invertir en un país así. Con suerte me resigno a vivir en él.