ES MUY FÁCIL.

El problema de corrupción chileno se resuelve nombrando en cada cargo a gente honrada, preparada, inteligente y criteriosa. En serio, no los estoy leseando, así se resuelve. Para hacer posible esta revolucionaria idea, necesitamos que gente honrada, preparada, inteligente y criteriosa nombre a los anteriores. Es así de simple.

Los comunistas fueron los primeros en constatar esta necesidad, por lo que se han afanado en crear al hombre nuevo con singular éxito. Hombres nuevos nombrando a hombres nuevos que hacen el bien sin mirar a quien, salvo que miren a un capitalista. Toda esta gente maravillosa gana menos dinero que en el sector privado, aunque no le importa, son gente buena y sacrificada. Es muy fácil de entender ¿Y cómo se logra todo esto? Muy fácil, designando a gente honrada, preparada, inteligente y criteriosa para que nombre a todos los anteriores, hombres nuevos incluidos. Esto implica la necesidad de nombrar en este trascendental puesto a otro hombre nuevo. Es muy sencillo, no se la razón por la que no lo hacen.

Y a todos los anteriores los nombramos nosotros, el pueblo, gente sana, dignas damas y santos varones que actuamos buscando el beneficio ajeno y la paz social. El sistema es perfecto cuando funciona. Lo llaman democracia. Las hay populares, liberales, sin apellido y de las otras. El sistema ha logrado fama internacional.

En resumen, la teoría está, solo nos falta contar con la suficiente cantidad de hombres nuevos y buenos (y mujeres también, por supuesto) para ocupar los cada vez más números cargos de interés nacional. Y en eso estamos, los colegios y las universidades nacionales se ocupan de esto. Los profesores, en su mayoría postulantes a hombres nuevos, le inculcan a la cabrería los valores necesarios para tan noble misión. Y funciona, basta pararse en la puerta de cualquier universidad con sentido social a observar la materia prima con la que trabajan. Vamos bien, mañana mejor.