ESAS COSAS QUE PASAN EN CHILE.

El terrorismo no está en cuarentena. Ellos no cerraron sus Pymes, ni solicitarán créditos sin interés para pagar imposiciones y arriendos. Según cuentan, un grupo guerrillero hizo explotar un auto en el sur. El acto reivindicativo fue reconocido por sus autores con indisimulado orgullo. El gobierno, por supuesto, no dudó en presentar una querella en contra de quienes resulten responsables. Los terroristas pueden dormir tranquilos.

Luego del atentado, los bandidos se fotografiaron para el álbum familiar blandiendo sus rifles. Los fiscales considerarán insuficientes las pruebas. No basta con reconocer el delito y festejarlo “pa´ la foto” para terminar en prisión, deben existir pruebas que demuestren la autoría de los hechos más allá de toda duda razonable, por ejemplo, que alguien lo acuse después de cuarenta años de un crimen que nadie sabe si usted cometió, gracias a que de un momento a otro un acusador bien incentivado, asegura haber recordado su voz, o el perfume que utilizó ese día. Eso sí que es una prueba contundente. En Chile debemos respetar los derechos humanos y la racionalidad, ¿no ve usted que hace treinta años recobramos la democracia? Somos cosa seria.

Los jóvenes idealistas de las ciudades deben estar con picazón de manos, y los saqueadores de supermercados y comercios también. No más bombas molotov por el momento, ni el jueguito del que baila pasa. Ni nada. Puro orden aburrido para los regalones de la tele. Las tiendas, por su parte, pasaron de los saqueos del año pasado a no vender nada durante el verano, ya que la gallá estaba bien surtida de todo lo necesario. Bastaba con mirar el Paseo Ahumada y la horda de emprendedores cuneteros reduciendo especies, como dicen los polis. Ahora el comercio debe cerrar por el virus, y luego abrirán sus puertas para continuar con el saqueo. En Chile sí pasan estas cosas.

Mientras todo esto pasa delante de nuestras narices, el gobierno se empeña en reanudar las clases de niñitos que jugarán a “un, dos, tres, momia es”, desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde, de lunes a viernes; almorzarán en silencio a más de dos metros de sus compañeros;  irán al baño de a uno en uno; no se sacarán las mascarilla ni para mascar chicle; se lavarán las manos con jabón durante al menos veinte segundos, si es que nadie se roba el jabón; no hablarán con el compañero del asiento del lado; no jugarán a la pelota; no se “rempujarán” en la fila, ni le pedirán una mascada del “súper 8” al compañero.

En Chile todo funciona a las mil maravillas, solo basta con que sepamos apreciarlo.