GUÍA PRÁCTICA PARA DESTRUIR UN PAÍS.

Lamentablemente la epidemia está desatada, los muertos se acumulan por cientos y sin visos de disminuir, mientras el gobierno de oropel que regenta este lupanar con vista al mar pide por favor una disciplina que millones decidieron no practicar. El gobierno suplica, mientras el populacho bárbaro (nunca mejor definidos) hace lo que le da la gana. Hoy muere gente a raudales por el mismo motivo que en octubre pasado Chile fue destruido sin compasión. A nadie le importa nada, nadie respeta nada, nadie está dispuesto a hacer su trabajo. No existe Estado de Derecho. La ley y la constitución no son respetadas ni siquiera por los legisladores y fiscales obsecuentes. Los primeros eran constantemente denunciados al Tribunal Constitucional por legislar a sabiendas en contra de la ley expresa, algo que ya ni siquiera se intenta hacer ante el miedo a una revuelta callejera, y el fin del gobierno que adorna este estado fallido. Los segundos actúan por su cuenta sin control alguno.

En Barbarilandia todo es un derecho, los otros son los culpables de las desgracias de los desgraciados, y el gran objetivo de moda de la horda vociferante y muchas veces criminal, es robarle al vecino. O contaminarlo sin más. Así no hay como.

Tenemos un gobierno culturalmente marxista, que lleva a la práctica, tal vez sin darse cuenta o tal vez sin importarle, la obra inconclusa de Salvador Allende, con grandes alamedas repletas de fascistas-marxistas revolucionarios, esta vez sin empanadas ni vino tinto, sino con cajas de mercadería herederas de las JAP. El gobierno del Administrador Provisional de Palacio decide que come y que no come la gente.

Además se ha iniciado el más grande proceso de control sobre la propiedad privada desde agosto de 1973, al impedir el legítimo derecho al trabajo y al uso y goce de la propiedad, prohibiendo desempeñar actividades comerciales excusándose en un posible contagio que hoy está en descontrol total, producto de gente que está autorizada a salir de su domicilio, siempre y cuando no lo haga para trabajar en actividades que el gobierno totalitario define como no esenciales ¿Habrá algo más marxista que definir desde el estado que es esencial y que no lo es?

Pero esto no es todo. A quienes se le prohíbe trabajar no se les indemniza como debiera ser, se les pide utilizar sus ahorros y capital de trabajo, o en su defecto, solicitar un crédito que deber ser utilizado entre otras cosas, para pagar impuestos al estado que les prohíbe trabajar. Ni en los mejores sueños revolucionarios de Salvador Allende, Hugo Chávez, Daniel Ortega o Francisco Largo Caballero, se aplicó una medida económica tan despiadada y abusiva por parte de la autoridad.

Estamos regentados por una banda de totalitarios, que se suma al discurso oficial de quienes no votaron por ellos, para reprimir a quienes los llevaron al poder. Nos legarán una constitución espuria dictada bajo amenazas de muerte y destrucción. Destruyen la economía. Destruyen a dedo el capital de pequeños y medianos empresarios. Y para colmo, la gente se les muere igual.