BARBARIE DESATADA.

Según las encuestas, El “Profesor” Castillo arrasará en las próximas elecciones peruanas. Promete combatir la injusticia, la corrupción, la desigualdad y redactar una nueva constitución, destinada a impedir que los empresarios hagan de las suyas. La misma receta que está de moda en el vecindario.

 

En Barbarilandia nos prometen lo mismo. Jadue es nuestro profesor criollo. En Ecuador, el lacayo del gánster Correa perdió la elección por muy poco. En Bolivia, la iñora que colocaron de adorno luego de defenestrar al Evo, está en la cárcel. Lula, el corruto brasileño, ya salió de la cárcel, gracias a que la Corte Suprema anulara su condena. El Argentina ni hablar, Cristina y Melame controlan el negocio. Estamos rodeados de gentuza. Colombia es un caso perdido luego del blanqueo a la Farc, promovido por el traidor Santos. Para que me voy a referir a Venezuela. Por el momento solo se salvan en el barrio Uruguay y Paraguay. Poco, muy poco.

 

Evidentemente que esto es un asunto cultural, no podría ser de otra manera. Hay quienes aseguran que la raza es la mala; puede ser. Siempre he pensado que la burocracia imperial; la Hacienda; el catolicismo jesuita; los atrasados y salvajes indígenas, algunos de ellos incluso caníbales, que se mezclaron con el bajo pueblo andalusí y los pobres negros que compraban en África a otros negros (así fue en realidad), crearon una cultura artera, ruin, maliciosa, violenta, vividora, tramposa.

 

El continente solo comenzó a cambiar de manera muy sutil a partir de la guerra civil que fragmentó el imperio, y se abrieron las fronteras a inmigrantes europeos que construyeron lo poco o mucho de valioso que vemos en nuestro rededor. Pero claro, un continente en estado de semi barbarie que decide su futuro por medio de un sistema de votación universal, no tiene futuro. Evidentemente la raza original, las costumbres originales, las cuentas pendientes de toda la vida son mayoría absoluta. De ahí nace el concepto de “Democracia Protegida” ¿Protegida de quiénes? Pues de nosotros mismos.

 

Basta observar el decrépito espectáculo en Valparaíso; la basura que emiten las televisoras; la menesterosa calidad de la mayoría de los profesores; la barbarie que nos rodea cada vez que el “pueblo” le toma la mano a la autoridad; la desvergüenza de muchos jueces; la complicidad entre grandes empresarios, sindicatos, gremios y políticos, que cierran la economía legislando con nombre y apellido.

 

Si la idea que nos rige consiste en que para poder ganar es necesario robar a los demás; si la gente no es capaz de diferenciar entre el concepto de valor trabajo marxista y valor subjetivo liberal, a pesar de aplicarlo cada día en sus visitas al mall, no veo salida para este estado de barbarie permanente.

 

Chile, y el resto del vecindario, seguirán dependiendo por siempre de unos pocos que, de vez en cuando, pueden hacer algo productivo, no porque el populacho bárbaro lo acepte, sino porque llega el momento en que no ven otra salida más que aceptar que son lo que son y no dan para más.