MANOTAZOS

“Portonazos”; “turbazos”; “lanzazos”; “arengazos”; “abordazos”; encerronas que podríamos rebautizar como “encerronazos”, se unen a periódicos “merluzazos” y a los ya vomitivos “atorrantazos” de sus amigotes. Vivimos en un “paisazo de mierdaza”.

 

Como si todo lo anterior fuera pocazo, debemos financiar esto y mucho más con terribles y sucesivos impuestazos aplicados por la casta política privilegiada, acostumbrada a robar dentro de la ley fuera de ella.

 

Barbarilandia es un robo de principio a fin, solo falta legalizarlo de frentón, procedimiento que pretendió instalar la pasada convención de dementes y sinvergüenzas y que aún no sabemos si hemos dejado atrás.

 

Les cuento una historia reciente:

 

Dentro de mis abnegadas labores domésticas, como por ejemplo, cocinar, lavar loza, botar la basura, hacer las camas, ir a la feria, alimentar a los peces, comprar el pan y regar las plantas, las que debo llevar a efecto antes de que la feroz mujer con la que cohabito llegue a la casa (no quiero problemas), se encuentra ir a buscar al colegio al cabro chico.  

 

Pues bien, ahí estoy a las 15:00, puntualmente, fuera del colegio, junto al viejito de las cabritas, el de los dulces y chocolates, y una diversa fauna retiradora de cabros chicos compuesta por abuelitas, abuelitos, alguna mamá ociosa, algún padre desempleado, los tíos del furgón y demás baluartes de la sociedad.

 

Frente al colegio se estacionan los infaltables miembros del populacho bárbaro sinvergüenza en segunda y tercera fila, armando una poco elegante fila de autos que llega hasta la próxima esquina, y los huevones (as) ni se arrugan. Un lio tercermundista creado por oportunistas, sinvergüenzas, caras de raja y demás muestras de criterio nacional.

 

Un día cualquiera veo que la municipalidad comenzó a instalar unos letreros que indican el pago por estacionar. Yo, en un acto de vergonzosa candidez llegué a suponer que algún raro elemento municipal intentaba poner orden en el caos. Craso error.

 

Los “parquímetros humanos” cobran por estacionar a todas las personas que estacionaban en los lugares destinados para tal fin y que antes eran gratuitos; mientras que quienes estacionaban en segunda y tercera fila armando el taco monumental antes descrito, seguían estacionando en el mismo lugar.

 

Luego de dos o tres semanas, los “parquímetros humanos” comenzaron a cobrar “en negro” a los sinvergüenzas que estacionan en los lugares prohibidos por la ley del tránsito, con lo que han armado un negocio paralelo.

 

En resumen, los delincuentes municipales, ganan; los “parquímetros humanos”, ganan; quienes respetaban la ley, pagan; y quienes soportaban el taco monumental continuarán soportándolo. Es Barbarilandia, el lugar de las “movias loko” y los “sinvergüenzazos”, en que nadie asume sus responsabilidades ni paga las consecuencias de sus actos. Solo vale robar y aprovecharse de los demás.