LA FIESTA ESTÁ QUE ARDE

Comenzó la fiesta: https://www.emol.com/noticias/Nacional/2023/02/08/1086210/revive-providencia-cierre-manuel-montt.html

 

Toldos azules de “emprendedores” vendiendo mermeladas con un trapito en la tapa, miel de supuestas abejas, colgantes de lana, supuestas artesanías con pinta de “Made in China” tatuajes indelebles, maceteros plantados con colecciones de cactus, chalecos de La Ligua, manufactura de trencitas para las cabras chicas, las medianas, las más grandes y las más viejas con personalidad irreductible, más otras variedades de consumo masivo. Restaurantes alimentando a sus comensales en la vereda, Mucha gente buena entregando calzones rotos, zapatos sin suela y algún traje de la difunta abuela que ya no cabe en el cajón de los recuerdos. Los compadres no pueden llegar y colaborar, es menester armarles un “brillo” para incentivarlos.

 

Al anochecer habrá música en vivo. Viejos carcamales ochenteros chillarán, ahora sin voz, ante un respetable público que los alentará con entusiasmo. Clásicos del rock para el populacho bárbaro colaborador.

 

Es costumbre, o al menos lo fue en algún momento perdido en el tiempo, que las viejas de las poblaciones y barrios organizaran completadas, ventas de queques y pequenes calduos, con el noble fin de comprar un cajón para el finadito don Pepe ¡Tan bueno que era el pobre! ¡Si era calladiiiitoooo! ¿Cuál será la razón por la que en Barbarilandia es necesario ser calladito para ser catalogado como buena gente? Esta pregunta me rondó durante mis años de juventud hasta que un buen día encontré la respuesta: Si usted es calladito no alega, y si no alega pueden aprovecharse de usted. La psicología popular suele ser diabólica.

 

En colegios de curas existen las kermeses, un tipo de feria persa bailada y cantada donde usted puede encontrar papas fritas, completos, anticuchos, jugos naturales, mayonesa casera, bingos, tiros al mono porfiado, pizzas, palomitas de maíz, juegos inflables y lo que la genial ocurrencia de padres y apoderados que jamás han hecho un negocio consideren un buen negocio. Afortunadamente el acontecimiento sucede una sola vez al año. El objetivo, como no, consiste en recolectar dinero y que las familias se diviertan, compartan y vivan los valores del colegio, que suelen consistir en alguna interpretación marxista del cristianismo, a lo que en los últimos años se ha sumado la ideología de género y el amor a negros que han ingresado ilegalmente al territorio nacional.

 

Yo, siempre incómodo e incomprensible para la mayoría, calculé la cantidad de dinero que ganaba el curso del cabro chico en cada tortuosa kermese a la que debíamos colaborar con una bolsa de vienesas, dos paquetes de pan y una Coca Cola de tres litros, además de dos interminables horas de colaboración a la causa, picando tomates bajo un sol abrasador y una música aún más abrasadora. Creo que el resultado de dividir la supuesta utilidad subvencionada por los padres por la cantidad de alumnos fue como veinte lucas por nuca, o algo parecido

 

Se me ocurrió proponer lo siguiente: ¿Y si mejor pagamos veinte lucas por cabeza y no hueveamos tanto, ah? Un frio silencio recorrió la sala de clases ¡Una persona racional se había colado en la comunidad! (se supone que estamos creando una comunidad, aunque no vivamos en Lumaco). No insistí…

 

Es nuestra cultura de la improvisación y la fiesta perpetua, aunque siempre disfrazada de tolerancia, moderación y buenismo (no como los chillones venezolanos y colombianos del barrio, según acusan los chillones nacionales).

 

En Chile siempre estamos dispuestos a crear todo tipo de desgracias, producto de nuestra improvisación y esa suicida manera de ver la vida, en que nada importa hasta que comienza a importar. Luego intentamos remediar, tarde y mal, las consecuencias de nuestras propias miserias, siempre entre bailes, colectas, organizaciones tardías, reclamos varios, hipócritas búsquedas de culpables fuera de nuestro radio de acción y, como no, nuestras siempre desgraciada dosis de solemnidad, buenismo y supuesto amor a un prójimo que realmente nunca nos ha interesado y al que robaríamos sin dudar si fuese posible hacerlo.