REBAUTIZO

Concuerdo con el cambio de nombres a algunas calles de Santiago y, por qué no, a calles, pasajes y callejuelas de todo Barbarilandia. La tontita que regenta Santiago ha propuesto confundir a los carteros, descolocar a los vecinos y tramitar excesivamente a los comerciantes, un precio menor si de la revolución total se trata.

 

Tal vez las ciudades y pueblos debieran recordar a los grandes personajes que han aportado a la patria más que ningún otro. Recordemos: Augusto Pinochet, cuyo nombre debería adornar la principal calle de cada ciudad. José Toribio Merino, nombre privilegiado para todo ciudad o poblado costero y caleta de pescadores. Gustavo Leigh, Cesar Mendoza. Hernán Büchi; José Piñera (el bueno), Hermógenes Pérez de Arce, Álvaro Bardón, Jaime Guzmán, Sergio de Castro, solo por recordar a algunos de los principales.

 

Otras calles podrían denominarse señor panadero, señor (o señora) carnicero, señor almacenero, señor restaurantero, señor pescadero, señor gasfíter, señor conductor, señor albañil, señor bombero, señor carabinero, señor pescador, señor agricultor, entre tantos otros señores que ayudaron con su anónimo trabajo a reconstruir un miserable país destruido debido al empeño y la obra de muchos fulanos y fulanas que hoy tienen o tendrán su nombre en la señalética de alguna calle, una plaza, un museo o un parque.

 

No es mala idea, creo yo, que este paisucho de poca monta, tan acostumbrado a recordar huevadas, conmemore de una vez por todas, decidida y merecidamente, a todo aquel que ha pagado impuestos, los que sabemos son destinados miserablemente a una ignominiosa repartija entre sinvergüenzas, “pidiones de moneas” y vagos a granel.