YOU TOUCHED MY HEART

Esto es muy divertido, la iñora esta que las oficiaba de embajadora insiste en entretenerme, nada más apropiado para un nuboso y mojado día de invierno de los de antes. Leo la noticia con entusiasmo.

 

Según nos advierte Lady Susan, el robo estaba bendecido por el rey Carlos III. “You touched my heart”, le habría espetado don Carlos a Lady Susan, lo que podría traducirse según el inteligente y lingüista Google, como “tocaste mi corazón”. Jajajaja. https://digital.lasegunda.com/2023/08/23/A

 

No había escuchado algo tan cursi desde que veía teleseries mexicanas y venezolanas en la casa de mi abuela, durante las vacaciones de verano, en Agua Santa, Viña del Mar ¡Que tiempos aquellos!

 

Recuerdo a “la zulianita”, una pobre mujer que llegaba desde el campo a la ciudad en busca de una vida mejor, y que obviamente terminaba quedándose con el rico de turno que le tocaba el corazón y todo lo que estaba a su alcance. “Muchacha italiana viene a casarse” era otro de los clásicos, en este caso y como su título lo indica, la pobre llegaba desde Italia. “Esmeralda”, que las oficiaba de ciega, y que, si el paso del tiempo no ha nublado mi memoria, paría un hijo del pretendiente rico, el que, por supuesto le robaban y con el que se reencontraba décadas mas tardes, no sin antes haber sido humillada y abandonada por el macho recio e infiel. Estoy encantado recordando tiempos pasados gracias a Lady Susan.

 

No puedo dejar de mencionar a “Angelitos Negros”, teleserie de culto, las más grande de las historias televisivas, en que una rubia millonaria soberbia, frívola y mala hasta el alma que no tenía, despreciaba, maltrataba y ofendía diariamente hasta más no poder a la empleada negra de la casa, que, por supuesto, resultó ser su madre. La malvada se entera del secreto familiar luego de parir una hija negra que obviamente también desprecia, mientras su padre la quiere.

 

¿Quién no ha escuchado al nunca igualado Pedro Infante cantándole a su hija negra la clásica canción en la película homónima? https://www.youtube.com/watch?v=s-MSAaY3h48

 

Nunca vi alguna teleserie en que una atorrante era designada embajadora en la corte de un rey, al que pensaba timar miserablemente, o al menos utilizar su nombre como pieza fundamental de un grosero desfalco. Y no lo vi nunca, ya que la protagonista de las teleseries antiguas siempre fue una mujer pobre pero digna; con una Fe inquebrantable en la imagen de la virgencita de turno que llevaba en su raída maleta con le que llegaba a la cuidad; amaba de verdad a un macho infiel que la despreciaba; buscaba sin descanso al hijo perdido y luchaba contra miserables circunstancias que la habían dejado ciega e inválida. Obviamente luego de dos años en pantalla y en el último capítulo todo mejoraba. Recobraba la vista, saltaba de la silla de ruedas sin problemas, encontraba a su hijo, se casaba con el esquivo amor de su vida, se vengaba de la rubia mala y pintarrajeada que la había hecho su vida miserable y se enteraba que era la única heredera del millonario dueño de la casa donde servía.

 

Las historias modernas de mujerzuelas de mal vivir pertenecientes a los partidos de la horda criminal, ni se inician de manera noble, ni terminan de manera feliz. Podrán robar, es cierto, pero el dinero no lo es todo en esta vida que hemos de vivir en este perro mundo. No cualquiera mantiene limpio el nombre y el apellido que nos dieron al nacer; no cualquier vive con honor; no cualquiera puede decir a la cara de quien sea y sin arrugarse una incómoda verdad sin ser emplazado a comenzar la limpieza por la propia casa. Ser un ladrón, un atorrante, un estafador, no es gratis. No es gratis porque todos sabemos quien es quien, y porque al final todo ha de pagarse, de una manera o de otra.